En otra ocasión me habló de dos montañas, una de corcho y otra de mármol, que llevaban miles de años una enfrente de la otra, contemplándose sin conocerse ni comprenderse.
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En otra ocasión me habló de dos montañas, una de corcho y otra de mármol, que llevaban miles de años una enfrente de la otra, contemplándose sin conocerse ni comprenderse.
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Sentía como si cada una de las estrellas del cielo fuera un pensamiento, un momento, un hecho, un recuerdo en mi cabeza. Uno podía verlos en su conjunto, pero no podía pensar en todos ellos a la vez. Era como si las palabras que almacenaba en mi mente no alcanzaran para describir todas las imágenes que acumulaba. Las palabras se quedaban cortas para expresar todo lo que sentía. Los sentimientos eran más bien como imágenes, al igual que el cielo resplandeciente que tenía ante mí. Podía percibir el universo entero, pero resultaba mucho más difícil pensar en él. Por eso quería ser escritor. Podría contemplar y reflexionar sobre las imágenes y sentimientos que yo mismo era incapaz de expresar, y al final verterlos en palabras. |
La necesidad de saber más me carcomía por dentro, pero temía lo que pudiera descubrir. Pese a todos mis esfuerzos por convertirme en buena persona, seguía atormentándome la misma sensación insondable de remordimiento. El terror a que nos consideren culpables cuando ni siquiera hemos hecho nada malo es uno de esos miedos que solo se manifiestan en sueños. Pero aun así era algo que yo experimentaba muy a menudo.
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Gregorio Samsa es un ...