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Crítica de Celia_0504


Celia_0504
18 April 2023
Como lectura para el mes de abril dentro del #retopiadpirits de @victorianspirits me he decantado por un viejo conocido con el que tenía muchas ganas de volver a verme las caras.

Odio esas listas que existen sobre libros que, supuestamente, todo el mundo debería leer alguna vez en su vida. No me gustan porque creo que las necesidades lectoras de cada persona son diferentes, y que a no todo el mundo le puede gustar o interesar las obras que suelen ser consideradas tesoros literarios según los críticos. No obstante hay una excepción, un libro que si creo firmemente que todos deberían leer en algún momento de su vida por la forma en que te remueve y te obliga a pensar en todo lo que te rodea, trascendiendo la realidad inmediata y personal de cada uno. Leí hace muchos años “1984” y lo que más recordaba de él fue la forma en que su lectura me impacto. Es un libro que tiene el don de hacer que me quede totalmente pegada a sus páginas, que fue lo que ya ocurrió la primera vez que lo leí. Este libro tiene algo de agujero oscuro, que me absorbe totalmente a la vez que me produce pavor y malestar.

Otro tópico que también odio a la hora de hacer reseñas: decir, soltar el comentario manido de “es un libro que es mejor leer, sin saber de qué va, descubrir por ti mismo de qué trata”. Me parece una forma de evadirte a la hora de hacer sinopsis, que es algo que puede costar más que la propia reseña (por lo menos para mí). Pero hay ciertas excepciones, y una vez más la obra de Orwell es una de ellas. El único “pero“ que puede encontrarle a esta relectura es precisamente que me ha faltado, inevitablemente, ese factor sorpresa que sí que me encontré cuando lo leí por primera vez, ya que en ese entonces fui totalmente a ciegas. El permitirme dejarme llevar por la propia trama y por los vericuetos por donde Orwell quiere guiarnos. Hay ciertos conceptos de la novela que se han terminado por transformar en un patrimonio cultural que muchos conocen, hayan o no leido el libro, como “El Hermano Mayor”, “La Policía del Pensamiento” o la manipulación de la historia para maquillar y controlar el presente. Y la obra es, desde luego, lo suficientemente conocida como para que sea muy difícil no haber oido (o incluso usado) en algún momento algunos de sus puntos más importantes. Pero aún así, creo que ignorar de que va a grandes rasgos hace más fácil que el horror que paulativamente va creciendo a medida que se va desarrollando te atrape y cale más hondo en ti, obligándote a cuestionarte muchas cosas y ser consciente de los pequeños detalles que vas encontrando en la narración o en los paralelismos con la realidad.

Baste decir que el protagonista de la obra es Winston Smith, quien trabaja en el Ministerio de la Verdad como un engranaje más del Partido que gobierna todos los aspectos de lo que una vez fue Reino Unido (Ahora parte de Oceanía) al reescribir la historia para adaptarla o los intereses gubernamentales. No obstante, Winston cree que es capaz de mantener para si mismo su individualidad y capacidad de raciocinio, una parcela interior de independencia que le hará cuestionarse todo el sistema y rebelarse.

No pretendo aportar nada nuevo a una de las obras más leídas, comentadas y estudiadas de toda la historia de la literatura universal. Quizás, tan solo los muchísimos sentimientos que las dos lecturas que he hecho del libro, me han producido, la forma en que usted me obliga a pensar y a dejar de dar ciertas cosas por sentadas.

La sociedad futurista que se presenta en esta novela está cuidadosamente trazada y organizada, todos los elementos que aparecen a lo largo y ancho de la novela tienen su porqué dentro del entramado social y político que con mano firme controla el Partido. Nada, absolutamente nada, queda al azar con un autor que no da puntada sin hilo. La forma de escribir de Orwell es ágil y sencilla, increíblemente directa y a la vez se las arregla para, con una economía de medios envidiable, crear momentos y frases poderosos y que llegan a lo más hondo del lector con la fuerza de una flecha. Orwell nos habla de un futuro cruel y asfixiante en el que el terror y el control psicológico son la cruda realidad. Un futuro distópico en el que muchos han visto algo de inevitable, lo cual ha dado una patina profética a la obra que ha incidido en su fama actual. La verdad es que aturde lo certero de muchos de los aspectos que aparecen en esta obra retratados por Orwell, como el del uso de inteligencia artificial para crear música, la creación de un ocio que satisfaga a la vez que vulgarice y limite los intereses culturales de las masas o el control de los medios y la guerra por parte de los poderosos para su propio beneficio. No obstante, debo agradecer que en este tomo venga un epílogo que hable sobre la visión del autor y lo que realmente quería decir con una de sus obras más famosas (debería leer “Rebelión en la Granja” que la tengo muy pendiente). No recordaba este epílogo de mi lectura anterior, y en esta ocasión he valorado mucho su presencia en el tomo, ya que considero que me ayudado a contextualizar mucho el libro y entender un poco mejor hacia donde quería dirigir Orwell su acida y descarnada crítica y lo que realmente quería señalar con ella. Ayuda a quitar el polvo a ciertos mitos entorno a la obra, y a verla más como un producto de su época y de las ideas políticas de su creador que a un intento de predecir el futuro, sin que lo primero excluya lo segundo.

Su protagonista, Winston Smith es el heredero y ,a la vez, el antecesor de muchos personajes descontentos con su sociedad y el mundo que le rodea, y que de alguna forma buscan rebelarse contra el sistema. En el fondo Winston es un personaje profundamente anodino, que no tiene nada de especial. La dicotomía que se genera en el exterior que forma parte de esa gran maquinaria, que es el partido y un exterior disconforme con el gobierno está llevada de una forma que no tiene, en si misma, nada de impactante o diferente, que pueda diferenciar al carácter de tantas personas que llevan de cara a la galería vidas normales. Y ahí está toda la gracia que Orwell le otorga: Winston es un personaje más de todo el entramado político, una hormiguita que, con su esfuerzo, lo quiera o no, contribuye a la causa y que no se diferencia en nada del resto de ciudadanos de ese Londres tétrico y bélico que Orwell presenta. Su actuación a lo largo de la obra no va a cambiar nada. Y eso es lo que nos quiere decir el autor: todos podemos ser Winston en algún momento de nuestras vidas, en todos nosotros hay la capacidad de pensar por nuestra cuenta y de intentar cambiar las cosas. Y todos podemos acabar como él, sí. Es un riesgo a correr. Todo eso ayuda a empatizar con el personaje y con toda la odisea que es su paso por la obra.

1984” se divide en tres partes. La primera es quizás la más pesada de leer, ya que lo que busca es mostrar al lector de una forma detallada la sociedad distópica en la que tiene lugar la obra y ver cómo se va gestando la rebelión interna (que no externa) de Winston de forma paralela a su realidad y vida. La segunda parte es quizás la más ligera en este libro, de tanto esa lectura, y en ella es donde tendrá lugar la mayor parte de la trama propiamente dicha. La cual desembocará en la tercera parte en un clímax duro, frío y violento que deja sin aliento. Y entre todo esto se desenvuelve esta novela distópica, de ciencia ficción, obra protesta y también tratado social sobre el autoritarismo, la guerra y una sociedad abocada a una mecanización y condicionamiento psicológico que lleva, inevitablemente, al desmoronamiento de los lazos afectivos y a la despersonalización social, al desmembramiento de todo aquello que hace a los humanos seres vivos y emocionales. A todo esto lo lleva esa tercera parte, tan dura de leer en todos los sentidos, en la cual Orwell nos lleva hacia las sombras más oscuras, ya no solo del mundo que ideado y descrito, sino de la propia naturaleza humana. Esas páginas, son simplemente terribles y se quedan clavadas en la retina mental del lector de una forma tan cruel como nítida.

Hay muchas cosas a comentar de este “1984” , se pueden hacer (y de hecho ya se han hecho) ensayos de este texto que es la madre de todas las novelas distopicas. Pero sí hay algo que me devasto en su primera lectura fue su frase final. La forma en que en cuatro palabras Orwell deja caer de una forma tan impactante todo el peso de lo que ha ido desgranando durante todo su libro, y especialmente en su última frase. Esa última y sencilla frase. La forma en que un sistema político barre con todo, inunda la vida de los ciudadanos hasta apoderarse de todo todos los aspectos de su vida que puedas imaginarte. El Partido es una masa viscosa y oscura que se filtra en todos los resquicios hasta que lo modela todo a sus gustos y deseos, incluso el pensamiento, de formas que uno no podría concebir. A medida que uno va leyendo nota como se va asfixiando, la forma en que los pequeños haces de luz que Orwell deja escapar de una forma que puede parecer arbitraria o que escapa de su propio control, van desapareciendo hasta dejar solo al lector y meterle el pavor en el cuerpo, inculcándole la idea de que no hay salvación posible para el futuro que se presenta, que todo está escrito y que así va a ser. Uno siente que es la mosca, atrapada en la tela de araña, la marioneta en manos del titiritero, al igual que lo son todos los caracteres que aparecen en esta historia.

Pero al mismo tiempo, eso es lo que hace especial esta lectura: la forma en que obliga al lector, a ver lo que tiene alrededor con otros ojos, a ver que este libro, al fin de al cabo, bebe de lo que tiene a su alrededor, de problemáticas que han seguido manteniendo desde los tiempos de Orwell y que no han perdido vigencia o fuerza pese al tiempo. “Los mejores libros son los que te cuentan lo que ya sabes” dice el protagonista en un momento determinado. Y creo que es así, como debemos tomarnos “1984”: como una advertencia de cara al futuro, un aviso de lo que puede pasarnos que no es para nada descabellado. En nuestras manos esta evitarlo, y con ello mantener nuestras libertades y nuestra humanidad. El peligro está tan alcance de la mano como la salvación.
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