Y luego me beso. Su boca sabía, como siempre, a felicidad pura, a fruta y a sol (eso anoté en mi libreta y tengo, incluso ahora, la absoluta certeza de lo que quería decir). |
Y luego me beso. Su boca sabía, como siempre, a felicidad pura, a fruta y a sol (eso anoté en mi libreta y tengo, incluso ahora, la absoluta certeza de lo que quería decir). |
En medio de una tonelada de cosas que no estaba dispuesto a leer o leería mucho después, encontré, sin excepción, libros fascinantes (casi todos, en el fondo, iguales entre sí, pero qué importaba) sobre mundos raros, criaturas imposibles, civilizaciones apócrifas, héroes de primera, segunda o tercera pero siempre animosos, reyes fríos y despiadados y muchachas fuertes y admirables. La felicidad, quiero decir.
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Cosa de timidez: me aterraba la necesidad de dirigirle la palabra a alguien por obligación.
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(…) porque no hay mejor modo de recontar ciertas cosas que repasar las palabras e ideas con que intentamos entenderlas la primera vez.
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Desaparecido él: jodidos nosotros. Si te falta alguien, no disfrutas la comida ni el agua, no vuelves a dormir un sueño cabal. Secuestrado. Desaparecido. |
"No existen tierras extrañas. El viajero es el único extraño.” Robert Louis Stevenson |
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