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La lucha entre el bien y el mal es uno de los temas recurrentes de la escritora belga Amélie Nothomb. Mi primer acercamiento a esta autora fue a través de uno de sus libros más recomendados de entre la treintena de títulos que ha publicado (prácticamente uno por año): “Metafísica de los tubos”. En esta novela, Nothomb partía de su propia biografía para urdir un relato original centrado en los tres primeros años de una niña belga nacida en Japón (como ella). Muchos de sus otros libros también se han nutrido de su vida. Otros, de cuentos tradicionales. En el que hoy traigo, “Diario de golondrina”, la autora se pone en la piel de un personaje masculino que, tras un desengaño amoroso, pierde la capacidad de sentir. Esta circunstancia y un encuentro casual lo llevarán a convertirse en asesino a sueldo (no desvelo nada que no esté en la sinopsis). En sus pocas páginas asistimos al éxtasis y caída de este antihéroe con el que no es fácil empatizar. El mal que encarna rivaliza con un bien que se difumina. Para creernos a este personaje debemos situarnos en un punto lejano a la realidad, tomarlo como un fantoche que Amélie mueve a su antojo. de otro modo, resulta difícil entenderlo. En su brevedad encierra algunas de las reflexiones existenciales que caracterizan a la autora, y esa lucha entre el bien y el mal de la que hablaba, narrada de manera ágil y casi suicida. Pero, tras su lectura, y pese a mirarlo desde la distancia, queda la sensación agridulce de que faltó algo. Puede que sea la imposibilidad de confiar en lo que nos cuenta, de sentir lo que no siente el asesino, del despropósito de su vida… |
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