Ninguna cosa me parece más rara hoy que la hipocresía auténtica. Es grande mi sospecha de que a esa planta no le resulta propicia la suave atmósfera de nuestra cultura. La hipocresía es propia de las edades de fe fuerte: cuando la gente no se desprendía de la fe que tenía ni aún en el caso de que se viera necesitada a hacer ostentación de una fe distinta. Hoy la gente se desprende de su fe, o se provee, lo cuál es aún más habitual, de una segunda fe.
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