Rumbo a ti

Enzo sí que captó algunas de esas miradas y sintió asco, asco de cómo algunos hombres trataban a las mujeres, como si fuesen presas de una cacería, de cómo las miraban, cómo les hablaban y cómo se creían con derecho sobre ellas sin tan siquiera conocerlas.

Sus ojos se sentían atraídos de forma irremediable por los de él. Temía una mirada limpia, apaciguadora, calmada, como si tuviese todo el tiempo del mundo para escucharte y, además, le interesara lo que tenías que contarle.

A veces, cuando menos te lo esperas, la vida da un vuelco y todo lo que habías planificado cambia de la noche a la mañana.

No quiero ser otra ola en este océano. Soy una roca, no soy un simple grano de arena.

Te ha ayudado a poner los pies en la tierra cuando tú querías volar, ¿verdad?

Tal vez a ella le dé miedo volar y solo necesita alguien que le fabrique unas alas.

Él pensaba que cuando uno se caía, debía levantarse, expulsarse el polvo de la ropa y continuar caminando, porque llorar nubla la vista y no deja ver el trazado del camino.