Puso a Dog en un lecho de paja y esta vez se arrodilló, agachó la cabeza y murmuró unas palabras, creo que uno de esos salmos americanos que se sabía. Observé a mi padre, un hombre al que había visto durante toda mi corta vida, pero nunca así. Destrozado. Cuando se volvió hacia nosotros, seguía estando pálido, pero ya no le temblaban los labios y su mirada reflejaba la serena determinación de siempre. |