La sangre de los inocentes

La sangre de los inocentes es el eslabón perdido de Julia Navarro.
El salto evolutivo entre sus dos primeras novelas y el resto (a excepción de historia de un canalla que merece capítulo aparte)

Quizá por ello no reconozca a la autora en su escrito.

A mi me gusta más la Navarro de "Dime quien soy" o "Dispara, yo ya estoy muerto" que la de la sábana santa.

El libro, narrado en tres épocas (edad media, segunda guerra mundial y actualidad) me deja sabores distintos.

La primera parte, escueta, es a mi entender la más flojita, pues aunque deja clara la idea de la persecución a los Cátaros por no seguir al dedillo la doctrina de la Santa iglesia, le falta profundidad.

También se me ha hecho incomoda la manera de enlazar las tres etapas, hubiera preferido un argumento más sólido en esta unión.

Tejidos los hilos, la autora encuentra el norte y el libro cobra mayor dimensión.

La trama central es la mezquindad humana abanderada en la religión. El fanatismo y su evolución a través de los siglos.

La madrileña sabe tocar la fibra, encuentra siempre al personaje perfecto para cada visión del conflicto dotando a cada cual de todos los ingredientes necesarios.
No se limita a darnos a un asesino, sino que escarba en sus motivaciones y miedos.

Y lo hace fácil, su narrativa es sencilla, con un pulso ascendente que engancha y entretiene.
Tal vez alguno de los filamentos estructurales de la novela no estén bien definidos, pero es una buena obra.

Me gusta poner en valor la progresión del autor, y bajo esa perspectiva "La sangre de los inocentes" fue el aprendizaje necesario hacia su descomunal "Dime quien soy"

En cualquier caso, para exigentes, cascarrabias, o picaflores (entiéndase a nivel lector) es una buena opción.

Siglos y siglos de presunta evolución y me doy cuenta de que el ser humano en asuntos de política o religión no hemos aprendido absolutamente nada.

Nos siguen gobernando como a marionetas sin revelarnos pero degollamos en nombre de la fe.
La realidad sin embargo es que:

Las ideas no matan, lo hacen los asesinos.