La sangre de los inocentes

No es incompatible la fe con la democracia y la libertad con el respeto a las creencias de los demás.

¿Qué pensará dios de estos hombres que han utilizado y utilizarán su nombre para matar?

Cada hombre debe poder rezar al Dios que quiera sin que eso tenga que ver con su patriotismo o lugar de nacimiento.

Me importa donde estoy bien y con quién estoy, me importa la dignidad humana, la justicia y la paz. De donde es uno es algo que no se elige.

Siempre he pensado que si hay algo que el Todopoderoso no perdonará a los hombres es que maten en su nombre. No se puede imponer la fe con la fuerza de la sangre derramada. A la fe se ha de llegar a través de la razón.

- ¿ Y quién ha dicho que tengamos que castigar a nadie? ¿Por qué no somos capaces de vivir los unos con los otros en paz? La Tierra es de todos, hay sitio para todos. Dejemos que cada cual rece a Dios como le hayan enseñado de niño.

Dios, decían los gurús de la cultura occidental, era cosa del pasado, de fanáticos, de gente que no había puesto el reloj en la hora de la Historia, e invitaban a vivir a divertirse, a consumir y nada más. Era fácil a una sociedad que no creía nada.

Son cobardes ellos, pero también todos los que han mirado hacia otro lado. No podemos permanecer impasibles ante el mal.

Fray Julián clamaba por que algún día alguien vengara la sangre de los inocentes, pero creo que es más útil que no se siga derramando. La venganza de nada le sirve a los muertos…

Uno de los problemas de los seres humanos, de todos sin excepción, es la desconfianza hacia quien es diferente. No les entendemos y nos sentimos incómodos, con miedo.