Kafka en la orilla

Después de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo este libro, que me había regalado Marga tras verlo en un escaparate, es el que me prendió por completo, de hoz y coz, a este maravilloso, este disfrutón Murakami. No decepciona volver 20 años después, ah no.

Los laberintos (aquí un bosque), los dos planos de la novela (¿y de la realidad? ¿o son más?) nos recuerdan a otros Murakamis, pero aquí están la iniciación, el descubrimiento de uno mismo y el premio de la vida de un modo más fuerte, expresados con una sutil, vigorosa y jocosa poesía.

Porque eso es lo que es: un poema que se abre ante ti como un viaje, dos acordes plenos de significado que huye aleteando, y lo ves, y no puedes expresar. Como siempre, siempre, terminas el libro exhausto y gozoso, y triste por no leer más sobre Nakata, sobre Tamura en la biblioteca. Pero permanece. En lo más hondo. Perenne. Los recuerdos: el mar y la montaña en unas hojas de papel.