La bajamar

Una casa se convierte en otro espacio cuando falta para siempre uno de sus habitantes

Recuerda el tacto y recuerda el olor de la humedad pegada al tejido y fijada durante años de estar guardadas en un cajón. Lo que no recuerda es cómo se descansa sin preocupación en ellas.

Los recuerdos de las familias no hay que vivirlos para tenerlos, solo hay contarlos. Y escucharlos, claro.

Hay una extraña relación entre las mujeres maternas de una familia. La célula de la que nació mi hija fue fabricada a la vez que yo en el útero de mi madre.

Pero a los hombres si se les instruía. Ellos eran quienes ivan a sacarnos adelante.Nosotras éramos las que íbamos a meterles los bajos del pantalón para que ellos nos sacaran adelante.

Yo ya no sé si algo de lo que te cuento sucedió así. (...) Si no hay nada escrito, porque no lo hay, solo nos queda una memoria. Y es la mía.

Esto también es ella.
Todo eso también soy yo.
Y todo lo que me gustaba de él lo detesto cuando lo veo en ella.
Y al contrario.

Nadie se conoce a sí mismo hasta que no tiembla una noche y otra y otra. No hay una vida antes y otra después de haber tenido dentro de la tripa otro corazón que no es el tuyo...

No tenía un dolor para señalarlo. Ella no era una madre contra las guerras de los hombres, como lo fue su bisabuela. No era una mujer alejando a su hija de la violencia y callando durante décadas, avergonzada o asustada, un origen, como lo había sido su madre. Ella lo tenía todo, lo había levantado todo, pero ya no lo quería.

Le parece imposible renunciar a tener un hijo sin poder atisbar el huracán que supone en la vida de uno. El amor y el cansancio. La ternura y el miedo más atroz. La razón para no tener un hijo, piensa, aunque Jon no la ponga sobre la mesa con esa vehemencia inteligible y lógica, aunque se le escurra del discurso de la libertad y el deseo, es el pánico que produce saber que alguien depende de ti. Ese paso al frente que deja atrás la despreocupación. El terror que surge después de un nacimiento, nuestra verdadera extinción.