Mujeres En La Sombra

En este libro, en este Mujeres en la sombra no sobra ninguna de las que el libro nos presenta.

Una compilación, independientemente de la materia que esta trate de recoger, quienes la reciben, en este caso, lectoras y lectores, desearíamos hacer alguna modificación para poder añadir algo o a alguien, que en nuestra valoración personal, consideramos que debería haberse incluido.

Es obvio, que la cantidad de ellas que quedan fuera es abrumadora y, seguramente, inabarcable. Además, un gran número de ellas son absolutamente anónimas y desconocidas y lo seguirán siendo, el velo que las cubrió para el olvido no va a poder ser desvelado nunca porque su anonimato es absoluto.

Este libro, llega donde llega y nos propone , simplemente, un pequeño
ramillete, un bouquet del periplo vital que vivieron estas mujeres geniales, inteligentes, potentes, fuertes, creadoras, innovadoras, atrapadas en un universo de hegemonía puramente masculina.

Mujeres cuyas voces fueron acalladas por otras que gritaban más y más fuerte, cada vez que estas pretendían mostrar su ingenio, su valor, su determinación, en cualquiera de los niveles de que se tratara.

Mujeres como barquichuelas intentando desesperadamente no naufragar por el mar de la misoginia institucionalizada, que, por mil motivos y alguno más, decidían con toda la arbitrariedad que fuera posible, que debían permanecer en la sombra, cuando no, sencillamente, se les exigía, desaparecer, incluso para sí mismas.

Las mujeres, todas ellas notables, van recorriendo las páginas de este estupendo libro. Merecen ser tenidas en cuenta , merecen y necesitamos seguir conociéndolas, investigar sobre ellas, apostar por buscarlas y encontrarlas en libros, artículos, reseñas e informaciones de todo tipo.

Será esta una noble tarea para devolverles mínimamente algo de lo que ellas nos dieron.

Mujeres en la sombra, apuesta por un formato en modo sencillo pero suficientemente armado, nos presenta de manera sucinta los matices más reseñables de los motivos que constriñeron su realidad pública y mundana.

Por otro lado, hacer justa mención a la calidad física del libro, solvente encuadernación, buenas fotografías y atinada manera de presentarlo en estricto blanco , negro y gris. Buena apuesta por llevar a la imprenta un formato consistente y ciertamente hermoso.

Retomo consciente de lo que hago, las últimas palabras que dijo Goethe poco antes de morir, el 22 de marzo de 1832 en Weimar, y que fueron: “¡ Luz, más luz!” al menos eso fue lo que contó su médico Carl Vogen, que, sin embargo parece que no estuvo presente, cuando falleció.

En cualquier caso, y fuere como fuere, recojo esta frase de la historia para señalar que eso es, exactamente, lo que necesitan las mujeres del pasado, las de presente y esperemos que, por el bien de la humanidad, no sea necesario para las del futuro, porque a éstas debe llegarles ya la luz de un modo absolutamente natural y con toda su potencia. Luz, más luz.

Una infamia envolvió y aprisionó a las mujeres de este libro a las que se deberían sumar tantísimas otras, que moran en mi cabeza y en mi corazón.

Por todas ellas , por todas nosotras y por todas aquellas que hayan de venir, no demos ni un paso atrás, no aceptemos sin rebelarnos y sin mostrar nuestra más firme oposición a la propuesta de volver atrás, a un mundo chato, plano, injusto e injustificable que tantos y tantos tienen organizado y pensado para nosotras, para las mujeres.

Está claro, es obvio, es perfectamente visible y no ofrece ningún tipo de dudas, el hecho irrebatible de que todos los hombres no están adscritos ni de pensamiento, ni de obra a la cofradía de la fatria misógina.

Una fatria o hermandad de hermanos sin hermanas, esa especie de esquizofrenia que supone para el misógino, la mujer, ese ser que por un lado, es el más odiado y por otro ,el más deseado.

Ya lo he dicho, todos los hombres no son iguales y todos no tienen pretensión ninguna de enjaular a las mujeres. Para decirlo mejor, lo haré con las palabras que usaba y repetía constantemente a su hija, el padre de Emilia Pardo Bazán: “Si te dicen que no puedes hacer algo por ser mujer es mentira. Porque no puede haber dos morales para dos sexos”.

Aplaudo con fervor las palabras de este hombre que con toda seguridad lo hacen conmigo la mayor parte de los hombres, los varones de bien.

Todo libro del que se pretende hacer una reseña, trata de analizarlo, de verlo y también de interpretarlo. Esta es, sin duda, la función de mi reseña.

Destacar, en primer lugar, el nudo que ató a todas estas mujeres y luego, señalar a algunas de ellas, sus valores y sus logros en todo tipo de disciplinas, entre las cuarenta y ocho que aparecen en el libro.

Como por ejemplo Edith Lamarr, una mujer que al margen de su actividad como actriz, una actriz reconocida, fue quién inventó el llamado “salto de frecuencia”. La marina recurrió a la tecnología Lamarr, y su sistema se sigue empleando en las redes sociales.

Emilia Pardo Bazán, infatigable, oponiéndose constantemente a la rendición, al desencanto, pese a la infinidad de trabas de todo tipo que le impuso la sociedad.

Alma Mahler, de admirado talento, tanto en la ejecución como en la creación musical, su marido celoso por su grandeza la obligó a firmar una cláusula para impedir que se siguiera dedicando a la música.

Emilia Earhart , consiguió algo harto difícil, la licencia de la Federación Aeronáutica Internacional, los desafíos fueron su vida y finalmente, su muerte.

La científica Chien_Shiung Wu, fue apartada del equipo de investigación, única y exclusivamente por ser una mujer brillante, hoy un asteroide lleva su nombre.

María Winkelman, una importante astrónoma que murió sin honores por ser mujer.

Mileva Maric, la esposa de Einstein, que vivió estudiando, inventando, participando y siendo coautora en la teoría de la relatividad.

Simone de Beauvoir, la más importante referencia para el feminismo mundial cuando en el año 1949 publicó “El segundo sexo”.

Camille Claudel, creaba de la nada que es el yeso bruto y la arcilla, esculturas esculpidas con un gusto, una firmeza y una innovación llamativas, Rodin, celoso, le negó todas estas virtudes.

Todas, todas cuantas aparecen en el libro son pensadoras, artistas, científicas sobresalientes, que el grito cavernoso , primitivo y brutal de la misoginia quiso silenciar.

Mujeres todas ellas, mujeres todas las demás, que portan un haz de luz para servir de guía a todas las que habrán ir llegando.