¿Qué puede haber peor que estar aquí, de la gloria expulsados, condenados en esta odiosa sima a una total aflicción; en donde el fuego eterno nos tortura sin esperanza y fin |
¿Qué puede haber peor que estar aquí, de la gloria expulsados, condenados en esta odiosa sima a una total aflicción; en donde el fuego eterno nos tortura sin esperanza y fin |
Pretendía (Moloc) al Eterno igualarse por su poder, y antes de ser menos prefería no ser nada |
En un momento entre la obscuridad diez mil banderas se izaron al aire, tremolando con brillantes colores: Con ellas emergió un bosque inmenso de lanzas; aparecieron los yelmos en tropel y un espesor de escudos en apretado orden de batalla |
Dignidades principescas; potestades que un tiempo se sentaron en los tronos del cielo, aunque memoria ahora no quede de sus nombres en las actas celestes... Entonces se les conoció con nombres varios entre los hombres y diversos ídolos entre el mundo pagano |
Despierten, rriba, o nos hundimos pars siempre
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En el Cielo no le hubiera dejado libertad de ejercicio para sus negros designios, con el fin de que pudieran sus delitos reiterados atraer sobre sí la maldición, mientras el mal buscara de los otros, y viera con furor que su perfidia servía sólo para crear bondad, infinitas gracia y misericordia |
Y a su lado, revolcándose, observa a su segundo en poder, rival en crimen, llamado con el tiempo en Palestina, Belcebú |
Regiones de doloe, lúgubres sombras, en donde nunca la paz y el descanso podían habitar, ni la esperanza, si jamás venía, y tortura sin fin, siempre afilada y un ardiente diluvio, fomentado con un inconsumible azufre abeasador: este lugar había preparado el Juez Eterno para aquellos rebeldes, ésta era su prisión, de obscuridad completa, en un sitio emplazado lo más lejos de Dios y de la luz del Cielo |
Su orgullo un tiempo la había arrojado del Cielo con su hueste entera de ángeles rebeldes, con cuyo apoyo aspifaba a situarse en gloria encima de sus pares, confiando al Altísimo igualarse |
¿Te crees todavía en el estado/ en que te vi cuando resplandecías/ en tu celeste silla? Aquellos días/ ¡Infeliz! Para ti se han acabado./ Perdiste la hermosura y la excelencia,/ Al punto que perdiste la inocencia.
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Marinero en tierra