Pero el amaba demasiado a Dios y no pensaba renunciar a su fe por la pasión de una mujer.
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Pero el amaba demasiado a Dios y no pensaba renunciar a su fe por la pasión de una mujer.
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A Isabela se le caían las lágrimas al ver cómo aquellas personas eran capaces de arrancarse hasta los ojos por un poco de alimento para ganado. Comprendió que eso eran ellos precisamente... un rebaño de ovejas que marchaban rumbo al matadero.
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Aunque ni siquiera nos hayamos besado, esa pasión que eriza nuestra piel con solo una mirada nos acosará por el resto de nuestras vidas.
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Odiaba ocultarle la verdad, pero muchas veces la realidad era demasiado violenta para asimilarla; sobre todo cuando cada día te hundes en el infierno.
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Pero ella sabía que nada de lo que ocurría a su alrededor podría estar bien si para seguir adelante tenía que ocultarle a todo el mundo que era judía.
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Lo supe nada más verte, Isabela. Lo sentí en la piel y en el alma. Si me dejás, pondré el mundo y mi corazón a tus pies.
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