La loca de la puerta de al lado

Quien me ha atribuido el epíteto un poco doloroso de poeta del amor se ha equivocado. Nunca he sido una mujer de amor y tampoco una mujer inútil, sino una mujer de acción que ha escrito sobre el amor a la fuerza, como un grito de venganza. Porque el amor incita a la venganza.

La mitología, este comparar continuamente nuestras pasiones con las de los dioses, este sentirnos dioses, este reírnos de nuestras desgracias y de las carencias naturales, este estar locos, este ser prisioneros de alguien, yo de la loca de la puerta de al lado y tú de la ley. En el fondo, en las cárceles se está caliente, siempre hay alguien que te insulta y te hace expiar el gran paraíso de la literatura.

Tu piel no tiene nada de prisión y sin embargo es prisionera del cuerpo, y su futuro estaría hecho de lágrimas si perteneciera al cielo.

El dolor es tierra firme. Sin duda, el hombre puede contar con el dolor porque es lo único que siempre le ha pertenecido. La alegría es errante.

Quería llegar muy rápido a la palabra "destino", porque a la palabra "imaginación" me parecía imposible llegar, era demasiado joven, demasiado inexperta, demasiado alegre, en un mundo donde determinados crímenes no habían sido esclarecidos. Yo, un héroe silencioso del destino. Yo, un viento primaveral en un mundo donde ahora solo soplaba el invierno. Pero por debajo de algunos rencores ocultos. Y la piel se convertía en un cortavientos.

Esta novela que es mi vida podría ser una novela negra, una historia terrible inventada en torno a aquel espantoso ciclo menstrual del pensamiento, en torno a aquellas hemorragias mentales fruto de los electrochoques cuyo recuerdo se ha desvanecido.

La poesía va a la caza de direcciones, de lagartijas, la poesía lleva ropa silvestre y rufianesca, la poesía siempre está detrás y fuera del teatro de nuestra piel. Por estas ficciones homéricas, ¡oh! metáfora de nuestro cansancio, ten piedad de lo que, con el paso del tiempo, siguió siendo igual a sí mismo. Y si caes, palpita entonces con este dialecto inverosímil que es nuestra lengua interior, ya interese al abogado o al público femenino del Circo Máximo. Mira hacia otro lado para no ver la masacre del genio.

Tengo mil bolsas de lenguaje debajo de los ojos, sin expresar, que duran hasta la muerte desde el alba de esta vida árida que me figuraba alegre, llena de libros y de cosas que ahora odio, que ya no consigo amar.

A las nueve, cuando dejo las manos en la ventana en busca del recuerdo, siento en ellas el roce de una guillotina. Es como si en el hueco de una secuoya encontrara el panal de una miel metafórica, a la que ningún oso se acerca jamás. Sí, hay muchas abejas en el pensamiento.

¿Qué es el dolor? Un rastro negro en la conciencia, una línea de demarcación, una cancelación repentina. Alguien que te ha desfigurado, no, que más que desfigurarte te ha enterrado, te ha olvidado. Intentas comprender por qué la persona amada te ha dejado sola en el frío de tu demencia, en la superficie dura de tu paciencia, pero solo te queda un nacimiento devorador, un puñado de paja sufrida sobre el que ya no quieres recostarte. El dolor es un puñado de barro con un soplo de vida tan sutil que recuerda el primer brote del hombre.