Ya hay demasiados libros en el mundo. Cada día hay más. No puede uno tener la esperanza de leerlos todos.
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Ya hay demasiados libros en el mundo. Cada día hay más. No puede uno tener la esperanza de leerlos todos.
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Yo dije: cedes a las peticiones del rey. Abres el camino a sus deseos. Eso es lo que hace un cortesano.
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El niño del vientre de Ana es la garantía de que no habrá más guerras civiles. Es el principio, el comienzo de algo, la promesa de otro país.
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—¿Alguna objeción a lo que dije? —Fue perfecto en todos los sentidos. Como si lo hubieseis preparado. —¿Cómo podría haberlo hecho? —Sí. Sois hombre de gran inventiva. De todos modos…, en cuanto a la verdad, sabéis… —En cuanto a la verdad, lo considero un buen trabajo nocturno. |
¿Un mercader es igual que otro? En el mundo real no. Cualquier hombre con mano firme y un cuchillo de carnicero en la mano puede llamarse carnicero: pero sin el herrero, ¿dónde conseguirá el cuchillo? Sin el hombre que trabaja el metal, ¿dónde están vuestros martillos, guadañas, tijeras y cepillos? Vuestras armas y armaduras, vuestras puntas de flechas, las picas y las armas de fuego. Dónde están vuestros navíos en el mar y vuestras anclas. Dónde vuestros garfios, clavos, cerrojos, bisagras, atizadores y tenazas. Dónde están vuestros espetones, ollas, trébedes, argollas de arneses, hebillas y bocados de caballerías. Dónde están vuestros cuchillos.
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—Fue un momento de debilidad —dice él. Luego… ¿qué? Otro momento—. Dios lo ve todo. Según me dicen.
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Los mira y dispone su rostro. Erasmo dice que debe hacerse por las mañanas antes de salir de casa. «Ponerte una máscara, como si dijésemos». Él lo aplica a cada lugar, cada castillo o posada o sede de noble donde despierta.
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Se acercó y les preguntó cómo tenía que estar de caliente el fuego para quemar los huesos. Esperaba que lo supieran. Pero no entendieron su pregunta. Los que no son herreros creen que todos los fuegos son iguales. Su padre le había enseñado los colores del rojo: rojo crepúsculo, rojo cereza, rojo amarillo brillante que no tiene más nombre que ese, salvo que se llame escarlata.
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Uno cree que la gente siempre le observa, pero es el remordimiento, que te hace saltar en las sombras.
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Toma aliento, se levanta y se sacude las mangas. Sonríe, y puede verse cómo alza el vuelo, como ave vigorosa, el acto de voluntad que transforma a un pobre desdichado en faro de su nación.
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Gregorio Samsa es un ...