La jaula de cristal

Frances es una británica de mediana edad que viaja a Yeda, en Arabia Saudí, para acompañar a su esposo, un ingeniero de caminos que está a cargo de un importante proyecto en una de las constructoras más poderosas de la región. Aunque es una mujer aventurera y camaleónica, acostumbrada a adaptarse a vivir en lugares muy diversos por el carácter itinerante del trabajo de su marido, su estancia en Yeda no va a resultar tan excitante como en principio pensó. Encerrada a cal y canto en su apartamento en ausencia de su marido, y sin más posibilidad de socializar que en las reuniones con las familias de los compañeros de Andrew y con dos vecinas de su edificio, pronto se dará cuenta que la vida en este país, incluso para los expatriados, no es nada fácil, y la libertad está coartada hasta en los aspectos más elementales de la vida cotidiana.

Podríamos calificar La jaula de cristal como una novela de suspense psicológico en la que a través de la figura de Frances la autora va a dibujar un fresco de la sociedad saudí y su relación (o más bien su no relación) con los expatriados. Conoceremos de primera mano y con todo lujo de detalles cómo se desarrolla la vida de estos últimos en un país de lujo, excesos y corrupción, en el que, si nuestro bolsillo nos lo permite, tendremos a nuestro alcance casi cualquier cosa con la que podamos soñar excepción de la libertad. Un país que es pura fachada, con una doble moral, machista hasta el extremo y anclado en el pasado, pero cuya fuente inagotable de riqueza es capaz de someter a gobiernos, empresas y trabajadores, que no dudan en mirar hacia otro lado ante los desmanes y la hipocresía reinante para sacar su particular tajada. Un lugar con unas leyes arcaicas, en el que la mujer ni siquiera tiene la condición de persona y tiene que vivir a expensas del permiso de su marido para salir del país, donde la desconfianza es una constante en las relaciones interpersonales y el silencio la mejor garantía para una vida apacible.

Dos voces narrativas nos van a mover por una historia que contada con una prosa clara y sencilla, impacta a golpe de página, atrapa sin remedio y te arrastra con fuerza en medio de una atmósfera opresiva y absolutamente claustrofóbica, impregnando al lector de esa sensación de desconfianza, y que al igual que nuestra protagonista se sentirá acechado en todo momento por un ojo que todo lo ve. Un narrador omnisciente nos irá contando el día a día de los Shore, sus relaciones con los vecinos y nos permitirá conocer distintas perspectivas de los hechos (la de Frances, la de su vecina paquistaní y la de una joven saudí, entre otros). La propia Frances a través de un diario nos irá desvelando sus pensamientos más íntimos, esos que en su país no tendría mayor importancia, pero que allí ni siquiera se atreve a comentar en voz alta por miedo.

Impresionante la estampa que dibuja Mantel de Yeda, la segunda ciudad más importante de Arabia Saudí, y que constituye una de las puertas de entrada a la Meda y Medina, en La jaula de cristal. Una ciudad levantada en medio de la nada, a la que nos traslada de forma tan fidedigna que podemos sentir el sol abrasador, el polvo en suspensión que se filtra por doquier y esa atmósfera opresiva en la que el peligro puede estar acechándonos incluso en el interior de nuestro hogar.

La jaula de cristal es una novela muy recomendable que nos dibuja un fresco de la realidad social, política y religiosa de un país en el que las condiciones de vida para un occidental se hacen harto complicadas debido fundamentalmente a las férreas normas impuestas y cuya contravención, incluso sin intención, se puede pagar con la propia vida.
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