—No deja de ser curioso. Siempre he dicho que Héctor nunca había hecho nada que me ofendiera, pero ahora él no puede decir lo mismo de mí.
|
—No deja de ser curioso. Siempre he dicho que Héctor nunca había hecho nada que me ofendiera, pero ahora él no puede decir lo mismo de mí.
|
—Sí, pero no es culpa suya. Me olvidé decir que le quiero como compañero.
|
La razón de mi exilio no había sido el asesinato, sino mi falta de astucia.
|
Después hicieron acto de presencia las lágrimas, y se derramaron, y las constelaciones se pusieron a girar sobre nosotros, y la luna empezó a trazar su fatigoso curso.
|
¿Y pretendes ganarle tiempo al destino?
|
Entonces júrame otra cosa, prométeme que, pase lo que pase, no abandonarás Troya sin mí.
|
No puede matarme. No debe hacerlo. Aquiles acabará con él si lo hace, y él debe vivir siempre, no debe morir jamás, ni siquiera cuando sea viejo, ni siquiera cuando esté tan consumido que la piel se le deslice por los huesos como el arroyo sobre las piedras del fondo
|
Mañana. Héctor ha entrado en la ciudad. Mañana, Pelida, mañana podrás matarle. Lo juro. Ahora debes comer y descansar.
|
—Apártate de su lado. —Casi he terminado. No se merece yacer en la inmundicia. |
Quirón. «No renuncies a las cosas con tanta facilidad como hiciste una vez».
|
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?