La canción de Aquiles

Esa misma mañana, Aquiles se había subido de un salto a mi cama y me había frotado la nariz con la suya. «Buenos días», me había dicho. Aún recordaba su calor sobre mi piel.

Cuando sonreía, la piel de la comisura de sus labios se arrugaba como el papiro en llamas.
Él mismo era una llama. Atraía las miradas porque brillaba. Tenía encanto incluso nada más levantarse con el pelo revuelto y el rostro abotargado por el sueño.

Algunas personas habrían tomado esta actitud como una muestra de simplicidad, pero ¿no es una muestra de genialidad buscar un atajo al corazón?

Quirón dijo en una ocasión que las naciones eran el invento mas estúpido de los mortales . " Ningún hombre merece mas que otro , venga de donde venga ".

«No renuncies a las cosas con tanta facilidad como hiciste una vez».

...ese contento se debía más a una ausencia que a una presencia, a un efecto colateral de mi miedo: ni mi padre no los chicos estaban cerca...

Él navegaría rumbo a Troya y yo le seguiría, incluso hasta la muerte.

Aquiles era vivificador y estimulante incluso mientras descansaba, tanto que ridiculizaba a los muertos y aparecidos.

¿Quién podía avergonzarse de perder contra alguien tan bello?

Se alzó en mi interior una certeza que terminó alojándose en mi garganta: "Jamás voy a dejarle." Será así siempre, hasta que él me abandone.