Heredera de fuego. Trono de Cristal III

-No tiene esperanzas, príncipe. No le quedan esperanzas en el corazón. Ayúdala. Si no lo haces por ella, al menos hazlo por lo que representa, lo que podría ofrecernos a todos, incluido tu.

El distanciamiento con Dorian valía la pena. Seguía valiendo la pena por Dorian, incluso si su amigo nunca lo perdonaba; la seguiría valiendo por Celaena, incluso si ella no regresaba y a pesar de que el deseara que siguiera siendo Celaena y no Aelin…

-No estamos… juntos. Ya no. Lo dejé antes de venir
La miró por encima del hombro.
-¿Por qué?
(…)
-Porque está más seguro si siente repulsión por mi igual que tu

Había elegido al rey. A pesar de que decía que la amaba, seguía siendo un servidor leal de ese monstruo. Tal vez ella había sido ingenua por haberlo dejado entrar, por soñar en un mundo donde podía hacerle caso omiso al hecho de que el fuera el capitán del hombre que había destrozado su vida una y otra vez.

Y comprendido nuevamente que la última vez, cuando el príncipe, el capitán y la chica estaban todos ensangrentados junto con la perra, que lo que fuera que había existido entre los tres se había roto.

Aunque nunca había visto el cuerpo, había revisado los informes que detallaban lo que Celaena le había hecho al asesino a sueldo Tumba en ese callejón, la carnicería que había hecho con su cuerpo por matar a Nehemia.

No quedaba nada en su interior, ya nada en realidad. Solo cenizas y un abismo y un juramento inquebrantable que se había grabado en la carne, la había visto como lo que realmente era.

Algo fundido fluyó a través de ella, cubrió cada grieta y fractura que todavía quedaba abierta. No para herirla o dañarla, sino para soldar.
Para forjar.

La gente que amas solo es un arma que se puede usar en tu contra.

Retiró su magia fría del aire y la volvió hacia adentro para envolverla alrededor de su corazón.