Las brujas no necesitaban sangre para sobrevivir, pero los humanos tampoco necesitaban vino.
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Las brujas no necesitaban sangre para sobrevivir, pero los humanos tampoco necesitaban vino.
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No puedes elegir qué partes de ella amar
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lo que ella representa, y lo que tu hijo representa, es a lo que tú le temes más: la esperanza. No puedes robarla, no importa a cuántas personas arranques de sus hogares y esclavices. Y no puedes quebrantarla, no importa a cuántas personas más asesines.
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—Al menos si te vas a ir al infierno —dijo él, y las vibraciones de su pecho retumbaron contra su cuerpo—, estaremos ahí juntos.
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—Pero tal vez —dijo él en voz tan baja que ella volvió a mirarlo. No sonrió, pero sus ojos se veían inquisitivos—. Tal vez podríamos encontrar juntos el camino de regreso.
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Tiene ocho años, y me dijo que sus mejores amigos son los personajes de los libros.
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—Mira lo que quieres, Aelin, y tómalo. No lo pidas, no lo desees. Tómalo.
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—Tú eres Abraxos —le dijo Manon, con un escalofrío que le descendía por el cuello—. Te di ese nombre porque es la gran bestia, la serpiente que envolvió al mundo en sus anillos y quien lo devorará al final, cuando la diosa de las Tres Caras se lo ordene. Tú eres Abraxos —repitió—, y eres mío.
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Habían sobrevivido cuando muchos otros no. Y nadie más podía entender lo que era soportarlo, a menos que hubiera perdido tanto como ellos.
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Seguía cayendo. No había manera de levantarse porque no había fondo.
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Es un retelling de...