Los siguientes minutos avanzaron lentamente, uno frente al otro, casi sin movimientos perceptibles, sin palabras ni sonido. Únicamente al alzar ella la vista sus ojos conectaron y él sonrió. Quería transmitirle la paz que le producía su compañía. En su lado de la mesa, su café vacío; en el de ella, las dos tazas llenas y frías.
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