Misma hora, mismo lugar de Mònica Linares
Los siguientes minutos avanzaron lentamente, uno frente al otro, casi sin movimientos perceptibles, sin palabras ni sonido. Únicamente al alzar ella la vista sus ojos conectaron y él sonrió. Quería transmitirle la paz que le producía su compañía. En su lado de la mesa, su café vacío; en el de ella, las dos tazas llenas y frías.
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