Hace un par de años leí “El caso del señor Crump”, y me gustó tanto que la publicación de “La llama vehemente” me dio una alegría enorme porque estaba deseando adentrarme un poco más en la obra de Lewisohn. Además, hay quien dice que es la mejor novela de este autor, y aunque no estoy de acuerdo (a mí me gustó mucho más el señor Crump, pero esto de las opiniones ya sabemos que es muy personal), hasta que no lees no sabes qué vas a encontrar. Stephen Escott (que no Scott, como reza la cubierta) es un típico joven norteamericano de principios del siglo XX que reprime su deseo sexual y todo lo que tenga que ver con cualquier mínimo atisbo de sensualidad porque así lo dicta la buena moral puritana. Bien jovencito se casa con Dorothy (el epítome de la buena ama de casa yanqui que solo piensa en el sexo como método de procreación y para quien las muestras de afecto públicas de un matrimonio joven son objeto de crítica), y ve la vida pasar… abre un bufete de abogados junto a su amigo David, donde se dedican a litigar en casos de divorcio y reprime todo aquello que sabe que un joven de buena sociedad no debe hacer jamás. Esta es la parte del libro dedicada a su matrimonio, pero nada más comenzar el libro nos advierte de que ha enviudado, y cuando esto sucede es cuando decide ponerse el mundo por montera y comenzar una especia de relación sexual con una mujer con fama de libertina y de no tener ninguna cortapisa a la hora de poner en práctica todo tipo de fantasías sexuales con un número indeterminado de parejas. Y cuando pensamos que de esto va a ir el resto de la novela nos encontramos con el último tercio: un marido despechado nos cuenta por qué ha matado al amante de su esposa (todo muy filosófico y aparentemente muy profundo donde la esposa no es más que una cosa puesta en un pedestal del que se cae cuando comete adulterio y poco más). Yo le he encontrado un problema a esta historia. En “El caso del señor Crump”, la disección del modelo de matrimonio americano perfecto que transita caminos de pesadilla tras las cortinas y donde un hombre se encuentra preso del puritanismo de una sociedad obsoleta que le ata con cadenas a una mujer que le hace la vida imposible, es tan subyugante como veraz e interesante. Es un hombre maltratado dentro del matrimonio, y no solo te lo crees, sino que llegas al final sabiendo lo que va a pasar porque te pones en la piel del protagonista. En “La llama vehemente” vemos un poco más de eso (en apariencia es un tema que interesaba mucho al autor), pero la ejecución y el resultado para mí son menores porque el punto de vista es tan masculino, parcial y subjetivo que en ningún momento he empatizado con ninguno de los hombres que nos cuentan sus penurias, y no solo no he empatizado, sino que me han parecido unos hipócritas de tomo y lomo camuflados tras una filosofía barata que pretende justificar todas sus “erróneas” opiniones y decisiones. Este libro va realmente de la crítica hacia la mujer moderna, la mujer que en las dos primeras décadas del siglo XX decidió que no iba a vivir subyugada a un marido que solo la quería para la cama, la casa y los niños, y que iba a vivir su sexualidad y su vida íntima del mismo modo que la vivían los hombres. Pero al tiempo que se critica a esta mujer moderna, también se critica a la mujer antigua, la mujer de tintes victorianos que vivía reprimida y a la que se le enseñaba desde niña que una se casaba para cumplir en la cama y dedicarse al hogar. A los hombres de este libro todo les parece mal, y el que en apariencia tenía un matrimonio más liberal, más moderno de verdad, más avanzado para la época, y creías que se libraba del pampaneo general, al final se destapa diciendo que la clave del éxito de su matrimonio es precisamente que su mujer, más inteligente que él, dejó sus aspiraciones académicas para sacrificarse y que él tuviese su vida profesional en detrimento de la suya propia… y que su inteligencia radica precisamente en esa decisión. Que es muy respetable, obviamente, pero al final baila la misma música que todos los demás personajes del libro y no ofrece un contrapunto. Toda una desilusión. Que yo entiendo que es el punto de vista de la época, de un nuevo siglo que supuso un mazazo para la obsoleta, puritana, santurrona y moralista sociedad norteamericana de principios de siglo XX… me paso la vida leyendo clásicos, todo esto lo tengo más que asumido y nunca supone un impedimento para el disfrute de una lectura. Pero en el caso de “La llama vehemente” se me ha hecho cuesta arriba, tenía que forzarme a leer las disquisiciones mentales de un grupo de hombres egocéntricos, egoístas y cegados ante una psicología femenina que ni entienden ni quieren entender. El último caso del libro (vamos a llamarlo así) me ha molestado especialmente. Todas esas páginas (demasiadas) de filosofía barata cuyo único significado verdadero es que la esposa de este señor es tonta de nacimiento, manipulable y vacua hasta el punto de entregarse a un hombre que no la quiere, lo cual la invalida automáticamente como mujer y la tira de una patada de su pedestal. La crítica al matrimonio americano está ahí, esa crítica que tanto me gustó en “El caso del señor Crump”, y para muestra un botón: “Cualquier hombre o mujer atrapados en las redes del matrimonio americano no pueden esperar ni escapatoria ni perdón. Cualquier rebelión recae automáticamente sobre la víctima: su esclavitud es perpetua”. Pero la ejecución me ha parecido inferior, porque además no suena ni siquiera como crítica, no parece que esté atacando o denunciando las opiniones de estos hombres, sino validándolas y justificándolas, y ahí es donde creo que me ha perdido el narrador (empezando por él mismo). Dejan a la mujer de aquella época como un ser tonto sin personalidad ni objetivos en la vida salvo ser “mujer moderna”, fuese eso lo que fuese sin tener ni idea de lo que estaban haciendo, y me parece un punto de vista pobremente argumentado, la verdad. No sé, no he conectado nada con la lectura, y creo que tampoco ha ayudado mucho la traducción. Y es que ahora toca hablar de la nefasta edición/traducción y la aparente inexistencia de corrección de este libro. Y mirad que lo siento, lo siento muchísimo porque admiro mucho la labor editorial de Hermida, pero este libro no tendría que haber entrado en imprenta tal como está. Partimos de la base de que en la misma cubierta está mal escrito el nombre del protagonista, y algo que podría ser anecdótico (aunque inexplicable, porque algo tan importante como la cubierta debería estar requetecorregida), se convierte en la tónica predominante en el texto interior. Martha Pulido ya tradujo la novela anterior de Lewisohn publicada por Hermida, y aunque tenía sus fallos (frases redactadas muy raras y cosas así), lo pasé por alto porque eran errores puntuales. Pero lo de “La llama vehemente” no tiene nombre: más frases raras o incorrectas gramaticalmente que hay que leer varias veces para entender, tiempos verbales incorrectos, uso de preposiciones incorrecto, repeticiones constantes de una palabra o expresión en el mismo párrafo o frase (“a veces tres veces al mes”), personajes que pasan de llamarse de tú (como debe ser por la relación que tienen) a llamarse de usted a partir del 15% del libro (imagino que solo corrigieron hasta ahí), y sobre todo, que es lo que más me ha molestado, traducciones literales del inglés que claman al cielo porque saltan a la vista a poco que se tenga un mínimo de conocimiento de inglés (por poner un par de ejemplos al azar, que hay montones: se traduce “a secretive person” como “persona secreta” en lugar de “reservada”, o un timbre de voz “silvered” como “plateado” en lugar de “argentado”). A ratos estaba más pendiente de los errores que de la novela, y la lectura en estas condiciones se hace muy, muy, muy cuesta arriba. + Leer más |