Y llegó la noche, y fue una noche tal que se sabía que los ojos humanos no habrían podido contemplarla y sobrevivir
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Y llegó la noche, y fue una noche tal que se sabía que los ojos humanos no habrían podido contemplarla y sobrevivir
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Si pudiese encerrar a todo el mal de nuestro tiempo en una imagen, escogería esta imagen, que me resulta familiar: un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento.
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El campo de concentración es una gran máquina para convertirnos en animales.
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El pan es también nuestra única moneda: entre los pocos minutos que transcurren entre su distribución y su consumición, el Block resuena con reclamaciones, peleas y fugas.
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La muerte empieza por los zapatos: se han convertido, para la mayoría de nosotros, en auténticos instrumentos de tortura que, después de las largas horas de marcha, ocasionan dolorosas heridas las cuales fatalmente se infectan.
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Si comprender es imposible, conocer es necesario.
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Si se hiere el cuerpo de un agonizante, la herida empieza a cicatrizar, aunque todo el cuerpo vaya a morirse al día siguiente.
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Empieza un día como todos los días, de tal manera largo que no se puede razonablemente concebir su fin, tanto frío, tanta hambre, tanto cansancio nos separan de él: por lo cual, lo mejor es concentrar la atención y el deseo en el trozo de pan gris, que es pequeño, pero que dentro de una hora será nuestro y durante cinco minutos, hasta que lo hayamos devorado, constituirá todo cuanto la ley de este sitio nos consiente poseer.
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Gregorio Samsa es un ...