el cuerpo redescubre los pliegues de sus movimientos, se encuentra a gusto y feliz al dejarse llevar de nuevo por sensaciones olvidadas, con ese placer del agotamiento físico que no proviene de nada más que de uno mismo.
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el cuerpo redescubre los pliegues de sus movimientos, se encuentra a gusto y feliz al dejarse llevar de nuevo por sensaciones olvidadas, con ese placer del agotamiento físico que no proviene de nada más que de uno mismo.
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la conversación exige una disponibilidad, una atención al otro, el valor del silencio y del rostro. El caminar restituye, en concreto, la densidad de la presencia; es un poderoso instrumento para el reencuentro con el prójimo, para esos instantes cada vez más medidos en los que se está por entero proyectado en el cuidado del otro mientras se comparte un momento privilegiado.
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Caminar juntos es el elogio de la conversación, de la disponibilidad para el otro. El caminante solitario, en cambio, está en un solo lugar, abierto a los acontecimientos y ensimismado en sus pensamientos, en un diálogo interior sin fin.
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Caminar es existir en un sentido fuerte, como nos recuerda la etimología: ex-sistere es alejarse de un sitio fijo, salir fuera de sí. Recurrir a los senderos, a las rutas, es una burla de los valores cardinales de nuestras sociedades posmodernas.
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Toda parcela de tierra no se puede concebir sin la parte de cielo que la ilumina.
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Mi pie derecho está celoso del izquierdo; cuando uno avanza, el otro quiere adelantarlo. Y yo, como un imbécil, camino.
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Entre nosotros, se aconseja a quien debe recorrer cien millas que considere que la mitad son noventa.
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Nadie posee el monopolio de un paisaje, pues existe una infinidad de versiones del mismo. Hablar de él en exclusivos términos visuales nos hace olvidar que no solo vemos el mundo, sino que también lo oímos, lo olemos, lo tocamos y lo degustamos.
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No vas al desierto para encontrar tu identidad, escribe Edmond Jabès, sino para perderla, para perder tu personalidad, para convertirte en anónimo. [...] Y, luego, ocurre algo extraordinario: escuchas al silencio hablar.
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Nunca me hallo en esos momentos menos solo que cuando me encuentro a solas. No puedo ver el encanto de pasear y charlar al mismo tiempo. Cuando estoy en el campo, deseo vegetar como las plantas. No estoy de humor para criticar los setos ni los lomos negros del ganado.
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¿Con qué frase empieza esta novela?