¿Quién era ella? ¿La niña adorada por sus padres, con una vida entre algodones y un novio ideal? ¿O era la Jana que reía a carcajadas, que atendía partos con pericia y que se había atrevido a jurar como un marinero, a comer con las manos y a bailar descalza en la playa? ¿Quién quería ser?
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