Aquella noche, con sus vastos e inhóspitos espacios, fue de una soledad fantasmal. Cuando, en medio de aquellas tinieblas, topaba con centinelas o con soldados perdidos que iban errantes de un lado para otro, tenía el sentimiento glacial de que yo no hablaba con seres humanos, sino con demonios. Me parecía estar vagando por una escombrera gigantesca, situada más allá de los límites del mundo conocido.
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