Había muy pocas luces encendidas, aunque la platea estaba más iluminada que el salón de descanso. Si éste era una penumbra rosa, blanca y dorada, la platea parecía una caverna mayor, con el color carmesí y oro viejo. Por todo el local se respiraba un perfume de vetustez y ranciedad. Y de nuevo, la amenaza pareció materializarse ante Philip Knox. |