La muerte acude al teatro de John Dickson Carr
Había muy pocas luces encendidas, aunque la platea estaba más iluminada que el salón de descanso. Si éste era una penumbra rosa, blanca y dorada, la platea parecía una caverna mayor, con el color carmesí y oro viejo. Por todo el local se respiraba un perfume de vetustez y ranciedad. Y de nuevo, la amenaza pareció materializarse ante Philip Knox. |