El códex

El codex es mas que la búsqueda de un libro prohibido, es la búsqueda de la propia identidad y la de aquellos que lo escribieron. A través de un viaje que nos llevará de Asturias a Cartagena, Cáceres y Madrid, vamos a ir descubriendo de la mano de Víctor que ocurrió para que su abuelo tuviera que renunciar a su propia identidad, a la vez que le arrebataran el amor de su vida y le arrinconaran en lo mas profundo de su alma sus ilusiones y sus anhelos.

Durante la dictadura española el Gobierno tratará de hacerse con los últimos ejemplares de un libro que encierra un importante secreto que de ser revelado puede cambiar muchas cosas. Víctor, acompañado de Laura, la encargada de una librería de libros antiguos y raros de Cartagena, emprenderá una búsqueda en la que irá descubriendo la verdadera identidad de su abuelo lo que le hará ir recolocando sus recuerdos a la vez que recompone la suya propia, pero a pesar de los cambios que le han llegado tan de repente no cejará hasta dar con el paradero del Codex Minervensis.

Los personajes están bien definidos y se complementan bastante bien, así Víctor es un joven demasiado directo, a veces sarcástico e irónico, que no siempre sabe estar callado, lo que le creará mas de un conflicto, sobre todo con Laura, algo mas comedida y políticamente correcta y que servirá un poco de freno a la hiperactividad de Victor. Entrañable es Soledad, que aporta un toque de serenidad en todo este caos de búsquedas y secretos y como contrapunto a todos, Infulas, absorto y perdido en su mundo entre libros (o no...).

La trama incorpora unas cartas que se intercambiaron los personajes y a través de las cuales descubriremos de primera mano los acontecimientos que rodearon a la Sociedad del Arcón, su creación y su desaparición, así como asuntos más personales que serán clave para descubrir lo que ocurrió verdaderamente con el Codex.

Dividido en cinco partes y un epílogo, de fácil lectura, en la que destacan sobre todo las descripciones de los lugares, algo que Jesús Zaplana sabe plasmar a la perfección. Así es fácil recorrer de su mano las calles de Cartagena donde se desarrolla parte de la novela y los paisajes de la aldea de Selorio en Asturias.

Hay que ponerle un pero, y es precisamente la tipografía de las cartas que no me parece nada acertada ya que dificulta la lectura de manera fluida. Por lo demás es ameno, ágil y que además incluye algún momento en el que el escritor se dirige al lector en un guiño de complicidad que te hace esbozar una sonrisa. Bien resuelto y con un final que te pondrá la piel de gallina, sin duda El Codex es un libro para pasar un buen rato disfrutando con su lectura.
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