Transmitirá un buen mensaje para los niños: que está bien ser uno mismo; tan solo hace falta valor para ser quien realmente eres.
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Transmitirá un buen mensaje para los niños: que está bien ser uno mismo; tan solo hace falta valor para ser quien realmente eres.
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Le sorprendería saber de qué son capaces los niños si los presionan. Aunque tengan solo ocho años.
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En la sala se instala una sensación extraña; la he percibido otras veces. Es una sensación de avance que en realidad no es tal, porque lo único que permite es descartar una posibilidad en lugar de acercarte a la verdad. Una sensación de que las piezas empiezan a encajar lentamente, aunque sigues sin ver el dibujo completo. Pero en todo resto hay una pieza que de repente resulta muy sombría.
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Y entonces me viene a la cabeza, como ocurre a veces. Es imposible prepararse para ello o evitarlo —nunca sabes qué asociación aleatoria de ideas o palabras lo—, pero de pronto tu cerebro, que has mantenido cuidadosamente sellado, se ve asaltado por un recuerdo no deseado.
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Lo diré ya, antes de empezar. No les gustará, créanme. He hecho esto más veces de las que estoy dispuesto a castigarme recordando. En un caso como este —un niño—, 9 de cada 10 veces el responsable es alguien del círculo más cercano. Un familiar, un amigo, un vecino, alguien de la comunidad. No lo olviden. Por afligidos que los vea, por poco probable que parezca, ellos saben quién ha sido. Tal vez no de manera consciente y tal vez no todavía. Pero lo saben.
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10 negritos