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ISBN : 8440639910
319 páginas
Editorial: Ediciones B (01/01/1993)

Calificación promedio : 1/5 (sobre 1 calificaciones)
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Celia_0504
 18 September 2022
Simple, lenta, soporífera, y absoluta y totalmente innecesaria. Solo mejora hacia el final, y de ahí la puntuación final de 1'5. Pero me parece, en general, tan malo que no puedo subirla a dos estrellas.

No he leído ninguna reseña sobre esta novela ni en Goodreads ni por internet, pero no dudo ni un momento que en muchas de ellas la expresión más repetida habrá sido aquella de “Segundas partes nunca fueron buenas” porque aquí queda claro que así es. Habrá excepciones a esa premisa, pero el libro que nos ocupa no es una de ellas. Es el tercer libro que leo de Susan Hill, tras la celebre “Mujer de negro” y una recopilación de tres cuentos góticos cuyo titulo no recuerdo. No digo que sea una mala escritora, de hecho escribe muy bien y sabe crear atmósferas y tramas muy interesantes y que mantienen al lector en constante vilo. Pero por alguna razón que no puedo apreciar a primera vista, es una autora con la que no acabo de conectar, lo siento pero no me dice nada como escribe, y sus libros no son precisamente mis favoritos.

No obstante, para su descargo, hay que reconocerle algo: la sombra de esa maravilla que es la “Rebeca” de Daphne du Maurier es muy, muy alargada. Si te acercas a “La Señora de Winter es porque antes lo has hecho con la obra de du Maurier. O por lo menos has visto esa otra obra de arte que es la película que dirigió el genial Alfred Hitchcock sobre la mismaa. Debo reconocer que quizás por eso me resulte difícil ser imparcial con el trabajo de Hill. El libro de du Maurier es una de mis novelas preferidas, y Hitchcock es también uno de mis directores predilectos, y de todas sus cintas “Rebeca” es de lejos mi preferida, siendo también una de mis películas favoritas, como no. Juro que he intentando que todo esto no me influyera, pero también creo que es inevitable que las comparaciones entre las dos novelas se sucedan. Se puede decir que de la “Señora de Winter” solo hay tres cosas que pueden salvarse:

En primer lugar , los momentos en que Hill logra imitar la forma de escribir y el estilo de Daphne du Maurier. Cuando lo consigues, surgen los mejores momentos que tiene el libro. La autora logra imitar muy bien a su predecesora a ratos, realmente sorprende cuando consigue hacerlo bien. Pero esto tiene un precio que se paga desde las primeras hojas del libro. Para lograr imitar el difícil inconfundible estilo de la autora de obras como “La Posada de Jamaica” o “Mi prima Rachel”, Hill recurre a las descripciones de lugares y sensaciones, que desde el principio usa en demasía. Y eso solo entorpece la narrativa de un libro que, por otra parte, tampoco tiene mucho que contar, ya que su argumento es a grandes rasgos muy pobre y simple, y se limita en muchas ocasiones a seguir en paralelo o imitar a su manera lo que acontecía en la trama de “Rebeca”, sin aportar nada nuevo o interesante. Además, estos momentos no son muy frecuentes, la mayoría de la veces Hill no logra acercarse ni de lejos a las elegantes y complejas tramas de du Maurier, y solo llega a realizar un pálido y tosco reflejo de las mismas, sin meterte en la angustiosa, gótica y sensual atmósfera de la novela original. Aunque eso si, hay que reconocer que Hill cuando es ella escribe muy bien, tiene un estilo muy pulido, y que cuando sigue su estilo logra crear buenas escenas. Pero sin saber imitar buen la maravillosa prosa de la otra escritora.

En segundo lugar, que aquí se ilustra algo que muchos hemos pensado y sabemos: “Rebeca” es una novela que hoy en día seria impublicable, ya que el meollo de la cuestión es actualmente percibido (por suerte, ya que hemos tardado en asumir que ciertos temas y comportamientos son lo que son) como algo totalmente injustificado y malo, y visto como lo que es, un delito. Y aquí eso se muestra con un final karmico que puede o no gustarte, puedes o no entenderlo, pero notas(y quizás sea la único bueno que tiene, como menciono más abajo) que es justo y adecuado.

Y en tercer y último lugar, la introspección que a veces logra sobre la segunda Señora de Winter, para explicar su comportamiento y forma de ser y de vivir en ambas novelas, y que da coherencia y nitidez a este personaje que aún sigue sin nombre. Necesito volver a leerme “Rebeca”, es una de mis asignaturas pendientes, pero creo recordar que en el original esto también se daba. de todas formas, en la novela que nos ocupa, toda la evolución personal que este carácter pudo tener con du Maurier (y lo tuvo, y de hecho era una de las gracias de su obra más famosa, ver como deja de ser una niña y va ganando confianza y madurez) queda en nada. Y es una autentica pena. Aquí nos encontramos con un personaje infantil, inseguro y repetitivo, toda la obra es un constante monólogo interior donde ella expone todas sus dudas, temores y deseos, muchos de los cuales resultan ridiculos y descafeinados, y es imposible conectar con ellos.

El resultado es un personaje soso y que no tiene un carácter propio o bien definido, que no para de asegurar que ha crecido, pero eso es lo que no se ve en su comportamiento. Todo depende de la opinión que tiene su esposo, Maxim de Winter, y de la aprobación que este le de. Por otra parte, no recuerdo mucho sobre como estaba perfilado psicológicamente el personaje de Maxim en la novela de du Maurier. Pero aquí es un personaje insustancial, poco interesante, y que aburre soberanamente. Perseguidos por unos demonios internos y de su pasado que solo él y su esposa parecen comprender y aceptar (ya que resultan tan sin sentido e ilógicos que el lector no puede entenderlos) este matrimonio se alza como un perfecto ejemplo de la alineación de una parte hacia su cónyuge.

Ni siquiera se salva de la quema la Señora Danvers, que en esta secuela es despojada de toda su compleja aura obsesiva, siniestra e imperturbable exteriormente (que no internamente) que levantaba escalofríos en la protagonista y en los lectores, esencia que tan bien supo retratar Judith Anderson en el film de Hitchcock. Hill ,desde luego, no sabe muy bien que hacer con ella más que convertirla en un pálido y loco reflejo de lo que fue con du Maurier. Sabemos que sigue dando miedo e intimidando porque nos lo dice la narradora (Las escasas escenas en las que logra demostrarnos eso son de las mejores de toda la novela), pero en muy pocos momentos logramos percibirlo. Es cierto que en la mayoría de los personajes de du Maurier se percibe cierto masoquismo, un gusto por sufrir. Pero ella sabía llevarlo muy bien, lo hacía de forma orgánica y demostrando que era parte de las personalidades de sus personajes y de la atmósfera psicológica de sus obras, no como en esta novela donde eso no se lleva nada bien, solo resulta un sinsentido.

Para ser sinceros, lo que me animado a leer esta novela ha sido que se estrena en Netflix la nueva versión de Rebeca, Y mi primer impulso fue volver a leerme la novela original. Lamento no haberlo hecho, ya que siento que esta secuela ha sido una auténtica pérdida de tiempo. La trama es muy lenta, no sucede nada relevante en la mayoría de sus páginas, y no resuelve los enigmas que se proponían al final en la “Rebeca” original, y tampoco cierra satisfactoriamente los misterios que aparecen en sus propias páginas. de hecho en todos estos asuntos se pasa casi de pies puntillas, parece que a la autora solo le interesa exponer las dudas y los sentimientos de culpabilidad que alberga su protagonista mientras se dedica a ir de un sitio a otro durante tres partes de la novela, a la par que hace descripciones minuciosas, etéreas y bonitas, sí, pero que no aportan nada a la trama y solo logran hacerla más lenta y pesada de lo que ya es.

Debo decir que yo creo que he disfrutado mucho el último tercio del libro precisamente porque es ahí donde se concentran los sucesos más importantes, de hecho ha sido el único momento en que le llegado a engancharme un poco a la novela, y donde Hill ha podido mostrar sus dotes como narradora de thrillers y misterio, y crear un sensación de agobio que sin acercarse a la obra original, esta muy conseguida y atrapa al lector al estilo de la autora. El resto de la novela es simplemente un viaje tras otro, una duda tras otra, y sientes que la narración no avanza para nada. Bueno, no lo sientes. Es que es así. Es una obra que no tiene ni pies ni cabeza y solo consigue saturar al lector por lo insípida que acaba resultando, su lentitud, y las incesantes y repetitivas cuestiones vitales que plantea su narradora sobre lo que vive. Y todo para llegar a un final demasiado abrupto después de tantas idas y venidas, que no logra convencer ni aclara nada y que deja todo demasiado abierto.

He estado a punto de dejarla en muchas ocasiones, he seguido con ella más por cabezonería y porque realmente no resulta muy compleja o difícil de leer. Pero en ningún momento (o en muy pocos) he notado que se capte la esencia de la “Rebeca” de du Maurier, lo que por otra parte conseguido que es prácticamente imposible, tal es la maestría con que esta novela fue escrita. Y a todos esto ¿Cómo diablos se le ocurre a Hill enseñarnos la cara de Rebecca por medio de una foto? Precisamente era una de las gracias de la novela original, ver como solo recuerdo, tenía tal presencia y tal fuerza que controlaba al resto de los personajes que aparecían durante la obra, aunque nunca la veías ni en retrato ni en foto y Hill le ha quitado toda la gracia a esa sutileza narrativa al ponerla cara.
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