Ricardo Wagner

Me gustan mucho los Breviarios del Fondo de Cultura Económica. Los compro desde que tenía dieciocho años y suelo llevar siempre uno en el bolso para leer en el transporte o en alguna de las largas filas que hay que hacer en la vida diaria. Leo dos o tres por año y siempre aprendo algo nuevo y me siento menos ciega ante la inmensidad que me rodea.

En esta ocasión tuve la oportunidad de leer la biografía Ricardo Wagner, escrita por Sir William Henry Hadow y publicada en inglés por primera vez en 1934. Yo tengo la segunda edición del Fondo, la de 1966.

¿Quién es “el Sir” que se atrevió a hacer una biografía sobre el Wotan de la música?

W.H. Hadow fue un musicólogo inglés y compositor que escribió muchos, muchos libros, estudios y ensayos. Siempre estuvo vinculado al mundo de la educación. Se le conoce también por sus aportaciones como reformista educativo. En definitiva, una autoridad en materia musical y educativa.

Genio y figura.

Richard Wagner fue, efectivamente, ese compositor enorme, casi tan mítico como sus composiciones. Pero también fue un hombre de carne y hueso, complejo, muy insoportable, con el ego del tamaño del Valhalla y con una vida combativa, siempre al límite y rodeado de situaciones que estuvieron a punto de llevarlo al agujero más profundo. Pero supo salir, agarrarse a clavos ardientes y seguir trabajando.

De su infancia, hasta su muerte. Viviremos sus grandes fracasos, el exilio, las amistades, enemistades y rivalidades más significativas. Conoceremos el impacto de sus primeras obras y el éxito tardío. Hadow nos cuenta que, mientras a la edad de treinta años, compositores como Beethoven, Mozart o Mendelssohn ya estaban partiéndola, Wagner todavía tenía cabos emocionales, intelectuales y de carácter que debía atar para lograr la madurez que necesitaba para componer sus obras maestras.

Hay unos pasajes sobre sus fracasos, fracasos monumentales. La pérdida económica, los obstáculos de toda índole, daban para rendirse y a otra cosa, mariposa. Sus obras eran criticadas, despreciadas (aunque siempre tuvo aliados que confiaron en él). Lidió con la pobreza, la enfermedad y el exilio. Pero trabajó, luchó y se vio recompensado. Este no es un libro de liderazgo o superación personal (afortunadamente). No es un libro de esos de “querer es poder” o “todos somos un Wagner, pero no lo sabíamos”; este libro es una biografía escrita por un señor muy serio, así que también pone el dedo en su arrogancia, en esos aires de dios teutónico que se dio cuando llegó la fama y se sintió bonito y próspero.

En esta biografía nos daremos un festín por la composición y representación de sus trabajos menores y de sus grandes obras maestras. Wagner no solo se dedicó a la composición, también fue director de orquesta, dramaturgo, ensayista y un largo etcétera. Asumió la tarea de escribir sus libretos.

Una de las cosas más interesantes que descubrí es que el buen Richard estaba, ante todo, centrado en la representación en el escenario. La parte dedicada a “la dramaturgia” constituía el inicio de su proceso. A través de la lectura del libreto se determinaba lo que Hadow llama “la forma de la música”. No había música sin historia que contar. Sobre el aspecto literario en la obra de Wagner, Hadow hace una comparación entre Wagner y el poeta Walt Whitman que vale mucho la pena.

Aunque, como mencioné arriba, Sir Hadow era un señor muy serio, este libro no carece de chisme, cotilleo sobre las correrías y locuras de Wagner. Eso sí, solo utiliza este recurso cuando tiene importancia en su proceso creativo. Su relación con Liszt, siempre tirante por la relación y matrimonio de la hija de este, Cósima, con Wagner. La amistad que unió al compositor con Nietzsche (al que Hadow no admira mucho que digamos, pero que reconoce, fue muy ventajosa para Wagner). El romance con Mathilde Wesendonck, el mecenazgo de Luis II de Baviera, y un gran desfile de personalidades. También menciona el profundo antisemitismo del compositor, que dejó impreso en una serie de ensayos terribles, y el poco agradecimiento o reconocimiento que tuvo para con algunas de las personas que más le ayudaron o protegieron. El egocentrismo de Wagner no tuvo límites y no podías contradecirle sin convertirte en un enemigo declarado.

Hadow divide en dos partes la creación de Wagner: antes y después de la revolución de Dresde. de “Die Feen” hasta “Lohengrin”; constituyen la primera parte. “Tristan e Isolda”, “Los maestros cantores de Núremberg”, “El anillo de los Nibelungos” y “Pársifal”; la segunda. Es indudable que es la segunda parte la que logra colocar a Wagner en las grandes ligas, pero no habría sido posible sin sus trabajos anteriores: "El buque fantasma" , "Tannhäuser" o "Lohengrin", prepararon el terreno y aportaron ideas valiosas para lo que llegaría después.

Una biografía muy documentada, pero accesible, para todos los que deseen acercarse a la vida y obra de este señor al que muchos tarareamos sin saber que se trata de él. Hadow hizo un gran trabajo de divulgación y docencia. Ya pasaron casi noventa años desde su primera publicación, y no se notan. Gracias, Juan Hernández Campos, por la traducción.

Tan recomendable como un Oktoberfest con tus mejores amigos.