He leído este libro con admiración porque está muy bien escrito a pesar de que la premisa inicial, una amiga del pueblo que se fue a la ciudad viene y te dice que hagas de plañidera en el funeral de su padre, me chocase en un principio. Una vez ha instaurado el tema la novela va redonda, se tocan multitud de temas, la España vaciada, el rencor que queda en algunos de los que permanecen, la soledad de los pueblos, la gente que regresa porque se vuelve loca en la ciudad, el silencio y la muerte y los cementerios. Temas menos habituales y que, sin embargo, la autora maneja con toda naturalidad creando historias preciosas y zanjando otras sin futuro. Está contado en primera persona por Teresa, una que se quedó en el pueblo y poco a poco vamos entendiendo por qué se quedó, que no es por lo que muchas personas de su pueblo pensaban que se había quedado. También iremos conociendo a sus vecinos y sus peculiaridades. Muchas de las cosas que contaba sobre sacar las sillas por la noche en verano a la fresca me hizo recordar a mi abuela y las vecinas que hacían lo propio aquí, y me han gustado esas conversaciones a corazón abierto en pleno duelo, quizá cuando más difícil es. La autora, Sofía Guardiola Villaverde, a pesar de lo joven que es ya perdió una amiga de su misma edad, que es a la persona a la que va dedicado el libro y sabe bien de lo que habla, pero que lo haya plasmado con tanta naturalidad y buen hacer dicen mucho de ella. «No nos quedaba la ignorancia ante la muerte de hace años, la esperanza de la maternidad ni el consuelo de quien tiene veinte años y sabe que todavía le queda todo por vivir». «Supongo que cuando muere alguien cuya edad y vida es tan cercana y parecida a la tuya te sientes amenazada de forma personal, comprendes que puedes ser la siguiente. Siempre has podido serlo, por supuesto, pues la juventud no garantiza la vida, pero en este caso la advertencia parece estar dirigida a ti única y exclusivamente. de pronto eres consciente de tu propia fragilidad, y el recordatorio continuo de que puede pasarte algo que puede llevarte por dos caminos: el de disfrutar al máximo cada momento o el de deprimirte y acobardarte ante ese pensamiento constante». «Cuando estamos mal no buscamos a aquellos que más nos quieren, sino a los que mejor comprenden nuestro dolor». «Creo que aquellos que trabajamos con la muerte hacemos un trabajo indispensable, ancestral, infinito. Es cierto que nadie quiere ocuparse de él, pero todos, en algún momento de su vida, van a necesitarlo. Y, además, hay que hacerlo con sumo tacto, cuidado y silencio, respetando el dolor más grande que la mayoría de personas han experimentado en su vida: la pérdida de un ser querido. ES como dominar un arte secreto o algo parecido». + Leer más |