—No puedo creer que la historia del perro no sea cierta —dijo cuando terminó de beber. Yo creí apreciar que arrastraba las palabras—. ¿Cómo te vas a inventar algo así? —¿Que cómo me lo iba a inventar? La cuestión es cómo puedes creerlo tú. Los perros no se ponen azules. Ni rojos. Y los demonios no existen. |