La casa donde vivíamos en el pequeño puerto de Yoroido era una «casita piripi», como la llamaba yo entonces.
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La casa donde vivíamos en el pequeño puerto de Yoroido era una «casita piripi», como la llamaba yo entonces.
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La adversidad es semejante a un vendaval. Y no me refiero sólo a que nos impida ir a lugares a los que no de ser por ella habríamos ido. También se lleva de nosotros todo salvo aquello que no se puede arrancar, de mpdo que cuando ha pasado nos vemos como realmente somos, y no como nos habría gustado ser.
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No nos hacemos geishas para tener una vida gratificante. Nos hacemos geishas porque no tenemos elección.
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La pena es una cosa extraña, nos deja totalmente desamparados. Es como una ventana que se abriera sola, la habitación se queda fría, y lo único que podemos hacer es tiritar. Pero cada vez se abre un poco menos, hasta que un día nos preguntamos qué habrá pasado con ella.
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—No puedo creer que la historia del perro no sea cierta —dijo cuando terminó de beber. Yo creí apreciar que arrastraba las palabras—. ¿Cómo te vas a inventar algo así? —¿Que cómo me lo iba a inventar? La cuestión es cómo puedes creerlo tú. Los perros no se ponen azules. Ni rojos. Y los demonios no existen. |
Nadie es capaz de hablar honestamente de sus sufrimientos hasta que ha dejado de sentirlos.
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Nada es más triste que el futuro, salvo, quizá, el pasado.
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A veces la única forma de superar la adversidad es imaginarse como sería el mundo si nuestros sueños se hicieran realidad.
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Un equilibrio entre lo bueno y lo malo puede abrir la puerta del destino
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El silencio nos ofrece las respuestas que tanto queremos
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La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...