El resplandor fue tan cegador como el amor verdadero. Un fogonazo de pura luz, la antesala de la devastación. Muy pronto llegaría el calor; instantes después, el brutal impacto, y por último el estruendo, cuando ya no hubiera oídos para percibirlo.
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El resplandor fue tan cegador como el amor verdadero. Un fogonazo de pura luz, la antesala de la devastación. Muy pronto llegaría el calor; instantes después, el brutal impacto, y por último el estruendo, cuando ya no hubiera oídos para percibirlo.
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Desde el primer momento me di cuenta de que se trataba de una bomba; en nuestro mundo devastado ya no existen las estrellas fugaces.
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Es un cuerpo creado a partir de la unión de distintas partes de cadáveres diseccionados, escrito por Mary Shelley a partir del reto literario de Lord Byron.