Crónica de una muerte anunciada

[...] no había un percance público más vergonzoso para una mujer que quedarse plantada con el vestido de novia.

Al verla así, dentro del marco idílico de la ventana, no quise creer que aquella mujer fuera la que yo creía, porque me resistía a admitir que la vida terminara por parecerse tanto a la mala literatura.

El día en que mataron a Santiago Nasar...

Me resistía a admitir que la vida terminara por parecerse tanto a la mala literatura.

-No quiero flores en mi entierro-, me dijo, sin pensar que yo había de ocuparme al día siguiente de que no las hubiera.

Ningún lugar en la vida es mas triste que una cama vacía.

Dadme un prejuicio y moveré el mundo

Tropezó en el último escalón, pero se incorporó de inmediato. "Hasta tuvo cuidado de sacudir con la mano la tierra que le quedó en las tripas", me dijo mi tía Wene.

También el amor se aprende

[Nunca hubo una muerte más anunciada].