Aunque se te parta, el corazón sigue latiendo.
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Aunque se te parta, el corazón sigue latiendo.
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Creo en Dios, pero no me parece que haya que hacer el imbécil para demostrarlo.
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Lo curioso es que, en la infancia, parece como si el tiempo no trascurriese, pero, en cuanto se cumplen los veinte, el tiempo empieza a correr como si fuese montada en una locomotora.
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La edad de la inocencia