Hacían falta años para proteger la vida del parque, y solo unos segundos para arrebatársela.
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Hacían falta años para proteger la vida del parque, y solo unos segundos para arrebatársela.
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Agarró con fuerza el pelaje del oso y no consiguió contener la rabia. Todo el trabajo, el sudor, toda una vida dedicada a proteger la naturaleza de las pequeñas mezquindades del ser humano para conseguir que toda una especie sobreviviera, preservándola con amor y mimo, con esfuerzo y celo. Todo en vano, el duro trabajo de muchas personas echado a perder por la estupidez de unos pocos. ¡Bestias pretenciosas que sin un arma no eran nadie, no eran nada!
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Cuando en el bosque cae una aguja de pino, el águila la ve, el ciervo la oye y el oso la huele.
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Luego miró hacia las montañas circundantes, majestuosas y agrestes, cubiertas de frondosos bosques, madera y tierra y piedra. Cerró los ojos, pero los bosques siguieron allí, pegados a su retina. Podía tocarlos, olerlos. Sentía el aroma salvaje de la libertad. Si hubiera sido un oso, ese habría sido el aroma de su hogar.
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El primer día, desde ese misma ventana, había observado fascinada la hermosa vista que se le ofrecía. Ahora, veía desfilar ante sí un álbum de recuerdos.
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Cada vez estoy más convencido de que el responsable no es uns persona, sino una manera de pensar, de ver las cosas, de concebir la naturaleza salvaje como una propiedad, un peligro, un obstáculo a la ser de riqueza.
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Gregorio Samsa es un ...