El paso del oso de Giuseppe Festa
Luego miró hacia las montañas circundantes, majestuosas y agrestes, cubiertas de frondosos bosques, madera y tierra y piedra. Cerró los ojos, pero los bosques siguieron allí, pegados a su retina. Podía tocarlos, olerlos. Sentía el aroma salvaje de la libertad. Si hubiera sido un oso, ese habría sido el aroma de su hogar.
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