El aviador

El camino más corto para llegar a lo que deseamos comienza por hacer lo que más nos conviene.

Nos lo ponemos difícil a nosotros mismos porque los seres humanos disfrutamos viviendo en un problema continuo.

Los niños se pelean, pero siguen siendo amigos. Los adultos dejan de ser amigos sin pelearse. Ahí radica uno de los dramas del mundo.

La lealtad es la versión madura de la amistad.

Cuando te haces mayor, pierdes la capacidad para hacer amigos. Si lo que te mueve es tu deseo de no estar solo, las amistades no cuajan.

Para sobrevivir resulta imprescindible recordar quiénes son tus enemigos. Pero para vivir te obligas cada noche a borrar de tu memoria aquello que te duele.

Cuando buscas aquello que te importa, cada segundo que derrochas te desangra.

¿Dónde se pone el amor, cuando todo lo demás se viene abajo?

Hay lugares en los que todo parece detenido en una tarde, en un estado de ánimo, en la maraña fija de un recuerdo.

Cuando todo está perdido, cuando nuestra miseria parece insoportable, cuando todo lo que nos permitía vibrar se ha desgarrado, encuentras en el fondo de tu alma una fuerza cálida. Es una luz diminuta, que jamás se apagará. Cuando todo lo demás se vuelve oscuro, cuando todos los planes se han quebrado, se percibe con más nitidez nuestra luz pequeñita.