La esperanza es más difícil de engañar que el hambre.
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La esperanza es más difícil de engañar que el hambre.
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Quien maneja la palabra, construye la vida.
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La vida no es un recuento de fechas, sino de memoria de emociones y acontecimientos, aprendizajes y claudicaciones.
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La ignorancia está ahí, de igual manera que el conocimiento, palpitando en su posibilidad de ser. La cuestión es a cuál de los dos alimentas: ¿alimentas la ignorancia o el conocimiento? Qué banalidad.
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Contra ellos escribo, contra quienes necesitan la carne abierta, el sacrificio, la muerte y la cruz para construir la idea de un existir mejor, más digno.
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Sin embargo, hay entre los poderosos un grupo todavía peor, el de aquellos que de verdad creen en lo que dicen, en las leyes que dictan, creen que hay un dios qué señala el día en el que se debe descansar, y también el castigo a infligir a quién no lo haga; que hay un dios que señala a quién matar y por qué, e incluso cómo hacerlo; que las leyes por las cuales se puede apedrear a alguien hasta reventarle cuerpo y vida son justas. La idiotez sin fin, son la idiotez sin fin y resultan peligrosos.
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"...solo me pesa la certeza de que sus escritos permanecerán por encima de la verdad,su invención por encima de lo que sucedió".
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"Las cosas pueden ser diferentes. La posibilidad de no resignarse, de desobedecer"
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Los miles de hombres y mujeres que permanecían allí instalados, hambrientos de una esperanza, algo a lo que agarrarse para que la vida tuviera un sentido más allá de ser sufrida.
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No soy capaz de comprender qué lleva a un hombre a reventar la carne de otro y una vez reventada, insistir en el tajo.
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Gregorio Samsa es un ...