Me da un salto el corazón cuando extiendo el brazo y le paso una mano temblorosa por la cabeza. —¿Alguna vez has sido de alguien? —pregunto, un suave susurro en la silenciosa habitación. Sube la cabeza hasta encontrarse con la mía. Lo deseo tanto que me siento consumida, como si se hubiera adueñado de mi alma, y ahora mi alma anhelase que tome también mi cuerpo. Una gran emoción endurece sus facciones cuando extiende el brazo para cubrir mi mejilla con su enorme mano. Hay una inesperada ferocidad en sus ojos, en su tacto, mientras me toca. —No. ¿Y tú? |