La chica que se llevaron

Si vas por la vida haciendo lo que todos quieren que hagas, te despertarás un día viendo que ha pasado la vida y no has hecho nada de lo que querías hacer.

Megan McDonald ya no era solamente la chica que volvió a casa, si no le entregó a su secuestrador a la justicia. La chica que había triunfado. Se convirtió, de hecho, en todo lo que el público deseaba.

No me escapé, Livia. Hice lo que le estaba convencido que haría. Volví a casa.

Todavía no les he contado a mis padres, lo culpable que me siento por no haberle prestado atención a mi hermana en los meses anteriores a su desaparición. Y por no haber respondido la llamada de aquella noche. Ellos no me han comentado nada de lo mal que sobreviven en esa casa, que siguen como antes de que su hija desapareciera. Megan McDonald no habla con sus padres de que la chica que era antes de que la raptaran ya no existe, se ha ido para siempre.

A pesar de su deseo de alcanzar esa voz familiar que podía rápidamente, ponerla a salvo, rescatarla en un instante, Megan necesitaba desconectar de su psiquiatra. Necesitaba estar aislada y sola, como le había estado durante esas dos semanas. Necesitaba esa vulnerabilidad, necesitaba estar en el sitio donde había estado, sin que nadie pudiera ayudarla salvo ella misma.

Mis padres querían que volviera su hija y nunca he tenido el coraje de decirles que se fue para siempre. No he podido confesarles que esa chica ya no existe.

No podía aceptar que su hermana fuera la otra joven, la del perfil más bajo, la menos especial, la que no tenía un padre alguacil ni un currículum similar al de Megan McDonald. Livia odiaba pensar que el mundo habría sido peor si Megan McDonald no hubiera huido, pero seguiría igual sin Nicole.

Si ella fuese una joven destrozada, con una vida hecha pedazos que nunca volvería a ser igual, el afán de ellos por conocer su historia resultaría sencillamente inaceptable

Lo que impedía el avance de sus padres era […] la necesidad de respuestas. Al no haber podido darle un cierre a su pérdida, estaban anclados firmemente en un pasado que se volvía anacrónico con el paso lento del tiempo -días, semanas, años- e iba encarcelándoles el alma mientras la vida continuaba.

A veces encontrar respuestas desencadena nuevas preguntas.