Dictadores: El culto a la personalidad en el siglo XX

¿Qué es lo que hace a un dictador: el miedo del pueblo o la paranoia sobre tus propios seguidores? ¿Qué rasgos pueden tener en común Mussolini, Hitler, Stalin o Mao? ¿Cuál es el punto en el que convergen todas estas historias de poder, sumisión, narcisismo y pérdida de control?

Si hay un hilo conductor que une la historia bélica del siglo pasado es la influencia de los tiranos, hombres que puede que pasaran medianamente desapercibidos en la actualidad, aunque la amplitud de su terrorífica sombra marcó (y sigue marcando) las vidas de millones de personas.

Este es un fantástico libro para los que sienten fascinación (o al menos un profundo interés) por cómo germinó la feroz influencia de los regímenes totalitarios, ya que no se centra en aspectos meramente políticos, sino en cómo el culto a la personalidad fue un elemento necesario para poder conseguir la dominación total de pueblos, ciudades y países enteros.

¿Qué entendemos por culto a la personalidad? Esa adoración casi enfermiza por la figura de autoridad, normalmente representada por el jefe del Estado: cuando un simple humano se convierte en un dios. Un dios que purga, destierra y asesina en función de unos preceptos repetidos hasta la saciedad y que la población solo puede adoptar, en la mayoría de casos, con la boca pequeña puesto que las consecuencias son terribles, casi innombrables.

A través de la figura de ocho dictadores, Dikötter nos muestra el ascenso y la caída de los ídolos. Es curioso cómo, independientemente de la ideología del tirano, la locura por controlarlo todo se va instaurando casi de la misma forma: la mayoría empezaron como rebeldes y poco a poco fueron ocupando espacios de poder que los llevaron a controlar milímetro a milímetro la política, la prensa, la distribución de la comida y las almas del pueblo, sea amigo o enemigo.

Aunque es muy interesante es cierto que a veces la lectura peca de ser repetitiva, pese a que las historias sean individuales se observa un patrón de hechos y consecuencias. Pero es innegable decir que es una lectura para aprender y, por supuesto, para estar más atentos que nunca.

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