La camarera del titanic

Una palabra como porvenir, ¿tendría el poder de arrancarles algo distinto a esa pequeña vibración contenida, aparentemente sin cimas ni abismos, que llamaban "vida"? Todos iban a entrar ahora en el invierno sin otro horizonte que salir de él y aún así sin hacer nada para lograrlo, aceptando la desaparición del sol como aceptaban todo lo demás.

Todo lo que hay en nuestra casa ha vivido. Hermosas vidas, algunas veces.

Horty es un hombre sin complicaciones, porque le gusta la vida. Es como los animales, no sabe que va a morir. Cuando esto suceda, si estoy presente, no me mirará con terror a los ojos. Tendrá una expresión de asombro. Así me mira cuando goza.

Y sin embargo, esa historia no era gran cosa, observaron los periodistas; no testimoniaba un pensamiento original, no enseñaba nada, no sintetizan nada, no anunciaba ninguna cosa nueva. Además, se podía vivir sin escucharla, pero por el hecho de haberla escuchado se viviría de un modo diferente durante tanto tiempo como se la recordase.

ahí estaba el hombre completo, no el hombre Horty, sino el hombre en general, aquel que no podía evitar, allí donde no encontraba más que soledad, amargura y vacío, crear un kraken, un aire de piano o una hermosa muchacha de la que pretendía ser su amante.

Como tantos seres engañados en una pobre vida repetitiva y sin grandeza, había comprendido desde tiempo atrás que lo único insostenible es la verdad.

Comprendía ahora, ensordecido, que había vivido cincuenta y dos años para ese único instante que lo justificaba todo. En adelante, pasará lo que pasase, volvería a descender la pendiente. Sin amargura, llevando consigo para siempre el recuerdo del segundo deslumbrante en el que la respiración de Marie había acariciado su rostro.

Él alineaba palabras como si hablara sin aliento, igual que un moribundo que no tiene tiempo para ocuparse de la gramática; como un pobre hombre a quien aún le queda algo esencial que transmitir y para ello emplea las palabras más sencillas porque esas son las que afloran a su boca.

Se preguntó cómo se las arreglaban los escritores para comunicar sus impresiones. Quizá también escribían la verdad y por esa razón sus libros eran tan hermosos. Alguna cosa en ellos, las palabras precisas, los verbos sencillos decían a la gente: "A ustedes les cuesta creerlo, y sin embargo todo ocurre como está escrito: el cielo es verde sobre Southampton, y eso es todo.