[...] el delito más grave es esperar; y en mí fue delito mayor el no esperarte. Acusas mi cariño, como si fuera fácil pensar yo que tú piensas que dejar de adorarte puede nadie. |
[...] el delito más grave es esperar; y en mí fue delito mayor el no esperarte. Acusas mi cariño, como si fuera fácil pensar yo que tú piensas que dejar de adorarte puede nadie. |
Este amoroso tormento que en mi corazón se ve, sé que lo siento, y no sé la causa por que lo siento. Siento una grave agonía por lograr un devaneo, que empieza como deseo y pára en melancolía. |
Bien sé que es atrevimiento; pero el Amor es testigo que no sé lo que me digo por saber lo que me siento. Y en fin, perdonad, por Dios, señora, que os hable así: que si yo estuviera en mí, no estuvierais en mí vos. Sólo quiero suplicaros que de mí recibáis hoy, no sólo el alma que os doy, mas las que quisiera daros. |
Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? |
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas? ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento y no mi entendimiento en las bellezas? |
Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muero, dulce ficción por quien penosa vivo. Si al imán de tus gracias, atractivo, sirve mi pecho obediente acero, ¿para que me enamoras lisonjero si has de burlarme luego fugitivo? |
Luego que te vi, te amé: porque amarte y ver tu cielo bien pudieron ser dos cosas, pero ninguna primero. |
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu rostro y tus acciones vía que con palabras no se persuadía que el corazón me vieses deseaba; y Amor, que mis intentos ayudaba, venció lo que imposible parecía: pues entre el llanto que el dolor vertía, el corazón deshecho destilaba. |
[...] impaciente tu amor elegir quiere: no al fuego de tu amor el fuego iguales; porque si bien de tu pasión se infiere mal morirá a las brasas materiales quien a las llamas del amor no muere. |
Con el dolor de la mortal herida, de un agravio de amor me lamentaba; y por ver si la muerte se llegaba, procuraba que fuese más crecida. Todo en el mal el alma divertida, pena por pena su dolor sumaba, y en cada circunstancia ponderaba que sobraban mil muertas a una vida. Y cuando, a golpe de uno y otro tiro, rendido el corazón daba, penoso, señas de dar el último suspiro, no sé con qué destino prodigioso volví en mi acuerdo y dije: ¿Qué me admiro? ¿Quién en amor ha sido más dichoso? |
¿Cuántas novelas hay en la serie Harry Potter?