¡Ay, mi bien! ¡Ay, prenda mía, dulce fin de mis deseos! ¿Por qué me llevas el alma, dejándome el sentimiento? |
¡Ay, mi bien! ¡Ay, prenda mía, dulce fin de mis deseos! ¿Por qué me llevas el alma, dejándome el sentimiento? |
Valiente amor, contra el suyo, hace, con dulces ardides, que, para daros un día, a mí una noche me quite. |
Es amor; pero es amor que, faltándole lo ciego, los ojos que tiene son para darle más tormento. |
Aliéntese el dolor, si es que puede alentarse; y, a vista de perderte, mi corazón exhale llanto a la tierra, quejas al aire. |
[...] ¿para qué mi amor te vio? ¿Por qué mi fe te encarezco, cuando es cada prenda tuya firma de mi cautiverio? Vuelve a ti misma los ojos y hallarás, en ti y en ellos, no sólo el amor posible, mas preciso el rendimiento, entre tanto que el cuidado, en contemplarte suspenso, que vivo asegura, sólo en fe de que por ti muero. |
Hablar me impiden mis ojos; y es que se anticipan ellos, viendo lo que he de decirte, a decírtelo primero. Oye la elocuencia muda que hay en mi dolor, sirviendo los suspiros, de palabras, las lágrimas, de conceptos. Mira la fiera borrasca que pasa en el mar del pecho, donde zozobran, turbados, mis confusos pensamientos [...] |
¡Oh humana flaqueza nuestra, adonde el más puro afecto aun no sabe desnudarse del natural sentimiento! Tan precisa es la apetencia que a ser amados tenemos, que, aun sabiendo que no sirve, nunca dejarla sabemos. Que corresponda a mi amor, nada añade; mas no puedo, por más que lo solicito, dejar yo de apetecerlo. |
[...] con que es amor que al olvido no puede vivir expuesto. Yo me acuerdo (¡oh, nunca fuera!), que he querido en otro tiempo lo que pasó de locura y lo que excedió de extremo; mas como era amor bastardo, y de contrarios compuesto, fue fácil desvanecerse de achaque de su ser mesmo. |
[...] suspiros que me abrasen, lágrimas que me aneguen. Corran de sangre pura, que mi corazón vierte, de mis perennes ojos las dolorosas fuentes. |
Mas ¡ay de mí!, que todas las criaturas crüeles solicitan que viva porque gustan que pene. ¿Pues qué espero? Mis propias penas de mí me venguen y a mi garganta sirvan de funestos cordeles, diciendo con mi ejemplo a quien mis penas viere: Aquí murió una vida porque un amor viviese. |
¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?